Piensa antes de Juzgar

El fundamento

En la creación del primer hombre estaba ya la semilla de la formación de todos sus descendientes. Por esta razón todo ser humano tiene que alejarse de la envidia y del odio, tomando como ejemplo al primer hombre que no tenía a otra persona en el mundo a quien envidiar u odiar. De igual manera, todos los seres humanos creados después de él deben aprender a no odiar. Uno tiene que convencerse de que ninguna otra persona puede perjudicarlo o tomar nada de lo que es suyo, sintiéndose a ese respecto como si no hubiera ningún otro hombre en el mundo. Esta idea hay que arraigarla en el corazón con la creencia clara y firme que no quepa duda de ella, porque la fe, la creencia, es el fundamento sólido sobre la que se construye el hombre de igual forma que el cemento, es el fundamento con el que se construye la casa.



Juzgarás a toda persona favorablemente

El origen y motivo de cualquier riña entre dos personas, reside en que uno de ellos no ha entendido que el otro no tenía intención ni voluntad de herirle o causarle daño o molestias, sino que es él quien, con sus sospechas y sus tonterías, no lo ha juzgado favorablemente y no cumple con las palabras de los Sabios que penetran y descienden hasta lo más profundo y sin prestarse a tergiversaciones:

"...juzga a toda persona favorablemente" (Avot 1:6).



Quiero dedicar estas líneas a advertir la enorme importancia de este precepto crucial, porque cuando se cumpla es de esperar que los tribunales que se ocupan de los divorcios se queden sin trabajo.



Debido a la mucha necesidad que hay de tratar este asunto, copiaré algunos detalles importantes del libro Eved ha-Mélej escrito en Torat ha-Cohanim así como del Libro de los Preceptos del Rambam de bendita memoria.

Del precepto positivo # 177 aprendemos que del versículo "juzgarás a tu prójimo con equidad" se deriva la obligación de juzgar favorablemente al otro y también en el tratado Shevuot, pág. 30, está escrito: "juzga a tu prójimo favorablemente".



El libro Iesod veshoresh ha-avodah escribe en el capítulo sobre el trabajo del corazón, que el precepto positivo de juzgar al prójimo favorablemente, lo puede cumplir el hombre con el pensamiento siempre que se presente la oportunidad, es decir, que siempre que vea que el otro ha llevado a cabo una acción o ha dicho algo que a primera vista parece ir contra la voluntad del Creador, tiene que juzgarlo inmediatamente de forma favorable y pensar para sí, "estoy preparado y dispuesto a cumplir el precepto positivo de juzgar al prójimo favorablemente.". Y se esforzará por encontrar en lo que hizo o dijo el otro algún motivo que lo haga permitido. Aunque se equivoque al juzgarlo favorablemente, haciéndolo habrá cumplido a pesar de todo la voluntad del Creador que lo ordenó así y sin duda le habrá dado satisfacción.



En el tratado Shabat, pág. 127 está escrito: "Rabí Yehuda ben Shila dijo en nombre de Rabí Assi en nombre de Rabí Yojanán: Hay seis cosas que el hombre come sus frutos en este mundo y le queda el capital para el mundo venidero… una de ellas es: ...y el que juzga a su prójimo favorablemente".



Es decir, hay seis acciones que se caracterizan en que la persona que las lleva a cabo come los frutos en este mundo y guarda intacta la recompensa para el mundo venidero, y estas son como lo enseña el Talmud:

Recibir a los huéspedes (comida, bebida y descanso), visitar a los enfermos, tener concentración y buena intensión en el rezo, amanecer a la casa de estudio, educar a los hijos en el estudio de la Torá, y el que juzga a su compañero favorablemente. Pregunta el Talmud, ¿cómo puede ser, nosotros estudiamos:

Honrar al padre y a la madre, ser compasivo con el prójimo y hacer que reine la paz entre una persona y su prójimo, y el estudio de la Torá vale tanto como todas ellas juntas.



Rashi nos explica, juzgar al prójimo favorablemente lleva consigo hacer que reine la paz. Por el mero hecho de juzgar favorablemente y decir del otro: "no ha pecado contra de mí en esto", "se vio forzado a actuar así" o "su intención fue buena", reina la paz entre dos personas. Vemos que no hay contradicción entre las dos enseñazas, pues según Rabí Yojanán el tercer principio lleva consigo el sexto.



Rashi explica también que el objetivo de Rabí Yojanán es comentar la mishná y aclarar cómo cumplir lo que ordena. Entre otras cosas, esto se logra haciendo que reine la paz gracias a haber juzgado favorablemente al otro. En casi todos los casos vemos, pues, que sólo se consigue que reine la paz en el hogar juzgando al cónyuge favorablemente.



Veamos otro ejemplo que relatan nuestros sabios donde se afirma que el que juzga a su prójimo favorablemente, lo juzgan también favorablemente y así lo cuenta el Talmud:



Sucedió que un hombre bajaba de la Alta Galilea y un individuo lo empleó en el sur durante tres años. En vísperas del Día de la Expiación le pidió: 'Dame mi salario para que pueda ir y mantener a mi mujer y a mis hijos'. 'No tengo dinero' le contestó. 'Dame productos', pidió. 'No tengo', contestó. 'Dame tierra'. 'No tengo'. 'Dame ganado'. 'No tengo'. 'Dame almohadones y ropa de cama'. 'No tengo'. Tomó sus cosas consigo y se fue a su casa con el corazón entristecido.

Después de la fiesta, el patrón tomó en la mano su salario y tres asnos cargados, uno de comida, otro de bebida y el tercero de varios tipos de alimentos escogidos y fue a su casa. Una vez que hubieron comido y bebido, le dio su salario.

Le dijo: 'Cuando me pediste, 'dame mi salario' y yo te contesté, 'No tengo dinero', ¿qué sospechaste de mí?' 'Pensé que quizás hubieras encontrado una mercancía barata y la hubieras comprado'. 'Cuando me pediste, 'dame ganado' y yo te contesté, 'no tengo', ¿qué sospechaste de mí?'. 'Pensé que quizás se lo hubieras alquilado a otro'. 'Cuando me pediste, 'dame tierra' y yo te contesté, 'no tengo', ¿qué sospechaste de mí?'. 'Pensé que quizás se la hubieras arrendado a otros'. 'Cuando me pediste, 'dame producto' y yo te contesté 'no tengo', ¿qué sospechaste de mí?'. 'Pensé que quizás no habías apartado el diezmo'. 'Cuando me pediste, 'dame almohadones y ropa de cama' y yo te contesté 'no tengo', ¿qué sospechaste de mí?'. 'Pensé que quizás hubieras consagrado todas tus propiedades al Cielo'.

Le dijo el patrón: 'Así fue. Hice promesa de dar todas mis propiedades a causa de mi hijo Hircanus que no se ocupaba en la Tora, pero cuando acudí a mis colegas del sur, me desligaron de todas mis promesas'.



Y ahora, al igual que tú me juzgaste favorablemente, que el Omnipresente te juzgue a ti favorablemente'.



Biografía del autor:



Nací en Janucá del año 1916 en el pueblo de Assina/ Nissana cerca de Dubenka. En el pueblo no había más que diez familias judías. Las dos ciudades más grandes de las cercanías eran Jelmo y Robashov, en la provincia de Lublin. Debido a mi origen, en las yeshivot me llamaban "der Dubenker".

Mis padres fueron Rab Shmuel y Tzipora (nacida Waikerman) Hertzman z"l. Mi padre era "melamed" y enseñó a muchos niños en la ciudad de Tishevitz.

Estudié con "melamedim" en Nissena. Recuerdo sobre todo a Reb Moshe Ehrlich que vivía en Dubenka. También estudié con Reb Libe Segal de la ciudad de Sparish. Después proseguí mis estudios en las yeshivot Novordok de Jelmo y Ichiutzmir y, más tarde, en la yeshivá de Karlin en Lunentz, bajo la dirección de Rav Yosef Berkowitz. Asimismo, estudié con el Rav Eljanan Wasserman en Baranowitz y con el Rav Boruj Ber Lewovitz en Kamenitz. Tras un período en la yeshivá Jajmei Lublin, me integré a la de Mir y con ella, me radiqué en Shangai durante la Segunda guerra mundial . En esa ciudad pasé a formar parte del círculo de allegados de mi querido maestro, Rav Yejezkel Levenstein z"zl. Por misericordia del Todopoderoso, sobreviví a la conflagración en Europa y me instalé en Estados Unidos donde tuve el privilegio de enseñar a generaciones de estudiantes.

Deseo presentar una ofrenda ante Hashem, bendito sea, para su misericordia con mis martirizados padres z"l así como con quienes se han encargado de imprimir mis obras. Que el mérito del esfuerzo de estos últimos por diseminar valores genuinamente judíos, acerque la Redención Final.

Rav Hertzman z"zl falleció sin dejar hijos, su pedido fue que si sus escritos aportaron algo de valor que estudien por su alma Mishnayot y que reciten los Salmos 16, 32, 41, 42, 59, 77, 90, 105, 130, 150 y con el mérito de esto obtengan satisfacción de sus hijos, misericordia y éxito en cuanto deseen.

El Templo de Jerusalem