Januca

En los días de Matitiahu, hijo de lojanán el Sumo Sacerdote, el Jashmonaí y sus hijos, cuando el malvado reino helenico se levantó contra Tu pueblo Israel para hacerles olvidar Tu Torá y 'violar los decretos de Tu voluntad. Pero Tú, en Tus abundantes misericordias, Te erigiste junto a ellos en su momento de aflicción. Libraste sus luchas, defendiste sus derechos y vengaste el mal que se les había infligido. Entregaste a poderosos en manos de débiles, a numerosos en manos de pocos, a impuros en manos de puros, a malvados en manos de justos y a pecadores deliberados en manos de aquellos dedicados a Tu Torá. Y para Ti hiciste un nombre grande y santo en Tu mundo, y para Tu pueblo Israel efectuaste una inmensa salvación y redención hasta este día. Luego Tus hijos entraron al santuario de Tu Casa, limpiaron Tu Templo, purificaron Tu Santuario, encendieron luces en Tus sagrados atrios, y fijaron estos ocho días de Janucá para agradecer y alabar Tu gran Nombre.
Hace más de 2000 años, hubo una época en que la tierra de Israel formaba parte del Imperio sirio, siendo gobernada por la dinastía de los Seléucidas. Antioco III, rey de Siria, estaba en guerra con el rey Tolomeo de Egipto por el dominio de la tierra de Israel.
Antioco III resultó vencedor en la batalla y anexó la tierra de Israel a su imperio. Al comienzo de su reinado se mostró favorablemente dispuesto hacia los judíos y les acordó ciertos privilegios.
Más adelante, sin embargo, cuando fue derrotado por los romanos y éstos lo obligaron a pagar elevados gravámenes, la pesada carga recayó sobre los diversos pueblos que conformaban su imperio, a los que obligó a proporcionarle el oro cuyo pago le habían impuesto los romanos. Tras la muerte de Antioco le sucedió en el trono su hijo Seleuco IV, quien oprimió aún más a los judíos.
A las dificultades externas debían sumársele los peligros que amenazaban al judaísmo desde su fuero interno. La influencia de los helenistas (aquellos que aceptaban la idolatría y la forma de vida de los sirios) iba en constante aumento.
El Sumo Sacerdote Iojanán entrevió la gravedad del peligro que significaba para el judaísmo la penetración de la influencia Siria en Palestina. Ello, debido a que, contrariamente al ideal de belleza exterior que idolatraban los sirios, el judaísmo sustenta el ideal de la verdad y la pureza de orden moral, colocándolo por encima de cualquier armonía física y material, tal como lo ordena Di-s en Su sagrada Torá.
El pueblo judío jamás podrá renunciar a su fe en Di-s, para aceptar la idolatría de los sirios y los griegos. Por eso, Iojanán se oponía a todo intento por parte de los helenistas judíos en introducir las costumbres griegas y sirias en su territorio. Indudablemente, tal enérgica oposición debía, tarde o temprano, devenir en algún desastre. Y así fue: los helenistas lo aborrecían, y uno de ellos informó al comisionado del rey que en el tesoro del Beit Hamikdash -Templo había gran cantidad de riquezas.
Estas riquezas del Templo estaban formadas por los dineros del "medio Shekel" con que todo judío adulto contribuía anualmente. Dicha contribución estaba destinada a solventar los sacrificios que se ofrecían en el altar, así como para la conservación y el mejoramiento del edificio del Templo.
Otra parte del tesoro estaba formada por el fondo de los huérfanos, dinero que ellos habían heredado y que se depositaba allí hasta que cumplieran su mayoría de edad.
Seleuco necesitaba dinero para pagar a los romanos y éste estaba en el Templo. Sin pensarlo muy detenidamente envió a su ministro Heliodoro a retirar el dinero del tesoro del Templo.
En vano le rogó el Gran Sacerdote Iojanán que no lo hiciera. Heliodoro no le prestó atención y atravesó la puerta del Templo; pero al punto palideció de miedo, se desmayó y cayó al suelo. Cuando recobró el sentido, ya no se atrevió a entrar de nuevo.
El "Loco"
Poco tiempo después, Seleuco fue asesinado, y su hermano Antioco IV comenzó a reinar en Siria. Antioco IV era un tirano de carácter arrebatado e impetuoso, desdeñoso de la religión y de los sentimientos ajenos.
Fue llamado "Epitanes", que quiere decir "el amado de los dioses", tal como varios reyes sirios recibieron títulos semejantes. Sin embargo, un historiador de aquella época, Polibio, le aplicó el mote de "Epitanio" -que significa "loco" - como más apropiado al carácter del despiadado y cruel monarca.
En su deseo de unificar a su reino mediante la implantación de una religión y una cultura comunes para todos sus súbditos, Antíoco trató de desarraigar el individualismo de los judíos al reprimir todas sus costumbres.
Destituyó al ortodoxo y virtuoso Gran Sacerdote Iojanán, e instalo en su lugar a su hermano Josué, quien se complacía en hacerse llamar por el nombre griego de Jason, pues pertenecía al grupo de los helenistas.
Josué se valió de su alta investidura para difundir aún más las costumbres griegas entre los demás sacerdotes.
Josué o Jasón fue reemplazado posteriormente por otro hombre, Menelao, quien le había prometido al rey conseguirle más dinero que Jasón. Cuando Iojanán, el antiguo Sumo Sacerdote, protestó por la difusión de la influencia helenista en el Sagrado Templo, el nuevo Sumo Sacerdote lo hizo asesinar.
Entretanto, Antioco estaba librando una exitosa guerra contra Egipto. Sin embargo, mensajeros llegados de Roma le ordenaron cesar la lucha. Antioco tuvo que someterse a la voluntad de Roma y abandonar la contienda.
En Jerusalén había cundido el rumor de que Antioco habia sufrido un grave accidente en la batalla y al creerlo muerto el pueblo se rebeló contra Menelao. El traicionero Sumo Sacerdote se vio obligado a huir junto a sus amigos.
Los Mártires
Antioco regresó de Egipto furioso porque los romanos habían puesto trabas a sus ambiciones. Cuando se enteró de lo ocurrido en Jerusalén, lanzó todo su ejército sobre los judíos. Miles de ellos fueron muertos.
Inmediatamente, dictó una serie de severos decretos contra los judíos en los que se les prohibió la práctica de su culto; en adición a ello, los pergaminos de la Ley fueron confiscados y quemados.
El descanso sabático -Shabat-, la circuncisión -Brit Milá- y las leyes del ayuno, fueron prohibidos bajo pena de muerte.
La serie de atrocidades cometidas incluyó el que a uno de los más respetados ancianos de aquella generación, Rabí Eleazar, de 90 años, los servidores de Antioco le ordenaron que comiera carne de cerdo, para que los demás hicieran lo mismo.
Cuando el anciano se rehusó, le sugirieron que se llevara la carne hasta los labios para simular que la comía. Pero Rabí Eliezer se negó también a eso, y fue asesinado salvajemente. Hubo otros miles de judíos que, del mismo modo, sacrificaron sus vidas.
La famosa historia de Jana y sus siete hijos tuvo lugar en esa época. Los hombres de Antioco iban de pueblo en pueblo y de aldea en aldea para obligar a sus habitantes a adorar a los ídolos paganos. Solo quedó una zona de refugio, los montes de Judea con sus cuevas. Pero aún hasta allí persiguieron los sirios a los fieles judíos y muchos fueron los que ofrendaron sus vidas como mártires.
Matitiahu
Un día, los secuaces de Antioco llegaron a la aldea de Modiín, donde vivía el anciano sacerdote Matitiahu.
Cuando el oficial sirio mandó construir un altar en la plaza pública de la aldea y exigió a Matitiahu que ofrendara sacrificios a los dioses griegos, éste replicó:
-¡Mis hijos, mis hermanos y Yo estamos decididos a permanecer fieles al pacto que Di-s hizo con nuestros antepasados! De inmediato se aproximó al altar un judío helenista con la intención de ofrecer un sacrificio.
Matitiahu empuñó una espada y lo mató. Los hijos y amigos de Matitihu se arrojaron sobre los oficiales y soldados sirios. Luego de perseguir a los demás, se dedicaron a destruir el altar.
Matitiahu sabia que Antioco se enfurecería cuando supiera lo que había sucedido, y seguramente enviaría a sus esbirros para castigarlo a él y los suyos. Por lo tanto, abandonó la aldea de Modiín y huyó con sus hijos y amigos a los montes de Judea. Todos los judíos leales y valientes se les unieron.
Formaron legiones, que cada tanto abandonaban sus escondites para lanzarse sobre destacamentos y avanzadas de los enemigos, y para destruir los altares paganos que se erigían por orden de Antioco.
Los Macabeos
Antes de morir, Matitiahu reunió a sus hijos y los instó a continuar la lucha en defensa de la Torá de Di-s. Les pidió que siguieran los consejos de su hermano Shimón "el Sabio", y que en la lucha reconocieran como jefe a Iehudá "el Fuerte".
Iehudá era llamado "El Macabeo", palabra compuesta por las primeras letras de las cuatro palabras hebreas "Mi Camoja Ba'elim Hashem" -'¿Quién es como Tú entre los poderosos oh Di-s?'-.
Antioco envió a su general Apolonio para eliminar a Iehuda y a su gente, los Macabeos. Aunque superaban en número y en equipo bélico a sus adversarios, los sirios fueron derrotados por los Macabeos.
Antioco despachó entonces otra expedición, la que también fue derrotada. Finalmente comprendió que solo con un poderoso ejército podía aspirar a derrotar a Iehuda y a sus bravos combatientes.
Un ejército de más de 40.000 hombres recorrió el territorio bajo el mando de dos comandantes: Nicanor y Gorgiash. Cuando la noticia llegó hasta Iehuda, éste y sus hermanos exclamaron:
¡Luchemos hasta la muerte en defensa de nuestras almas y de nuestro Templo!
El pueblo se reunió en Mizpá - lugar donde antaño el profeta Samuel había elevado sus preces a Di-s-. Al cabo de una serie de batallas, la guerra fue ganada por los Macabeos.
La Consagración
Los Macabeos regresaron a Jerusalén y la liberaron. Entraron en el Templo y lo limpiaron de los ídolos colocados allí por los vandálicos sirios.
Iehudá y los suyos erigieron un nuevo altar y lo consagraron en el vigésimo quinto día del mes de Kislev del año 3622 (138 antes de la E. C).
La Menorá -Candelabro- de oro habia sido robada por los sirios, por lo que los Macabeos hicieron una nueva de un metal menos noble.
Cuando quisieron encendería, solo encontraron una pequeña redoma de aceite puro de oliva que continuaba cerrada con el sello del Sumo Sacerdote Iojanán.
Este alcanzaba solo para un día; pero por un milagro de Di-s, siguió ardiendo durante ocho días, hasta que se pudo elaborar más aceite.
El milagro demostró que Di-s había tomado nuevamente a Su pueblo bajo Su protección. En recuerdo a este milagro, nuestros sabios fijaron como festividad los ocho días de Janucá, constituyéndose éstos en ceremonia anual de agradecimiento eterno por medio del encendido de las velas.

Rosh Hashana


Si bien el acto de escuchar el Shofar en Rosh Hashaná es un precepto bíblico, éste tiene un significado muy especial. El Baal Shem Tov ejemplificó este momento tan solemne con el de un hijo único del rey que se alejó del palacio real y de sus buenas costumbres; sumergiéndose en una vida fácil de diversiones y ocio que no se correspondían con su condición de príncipe. Pasado un tiempo éste decide retornar a su hogar, pero, al no ser reconocido no lo dejan entrar al palacio. El príncipe se llena de angustia y comienza a llorar y a gritar desde lo más profundo de su corazón. Finalmente es escuchado por su padre, quién permite su regreso al palacio. El ejemplo es claro; el rey es Di-s, el príncipe representa al judío que se alejó del "Palacio Real". El llanto es el sonido del Shofar; Un grito hondo y profundo que despierta la bondad de Di-s y renueva su cariño hacia nosotros y nos concede el perdón por nuestros errores.
¿Qué debemos hacer?
Encendido de las velas - En víspera de Rosh Hashaná se encienden las velas de Iom Tov recitando las bendiciones correspondientes. El segundo día antes del encendido de las velas, se coloca en la mesa una fruta nueva de estación y en el momento de recitar la bendición de Shehejianu, debemos tener presente en nuestra mente esa nueva fruta.
Shaná Tová - La primera noche de Rosh Hashaná es costumbre desearse mutuamente: "Leshaná Tová Tikatev Vetejatem", que significa: "Para un buen año, que seas inscripto/a y sellado/a".
Durante las comidas - En Rosh Hashaná es costumbre comer alimentos que simbolizan dulzura, bendiciones y abundancia. Mojamos la Jalá (pan trenzado) en miel, y después, en la primera noche, comemos un trozo de manzana que también remojamos en miel. Antes de comer de ella, decimos las bendiciones correspondientes. Otras costumbres incluyen comer la cabeza de un pescado, granadas y zanahorias.
El sonido del Shofar
Este es el precepto central y más importante de la festividad. Se hace sonar el Shofar en el Beit Hakeneset (Sinagoga) ambos días de Rosh Hashaná
Tashlij
Se realiza el primer día de Rosh Hashaná (este año se realiza los días posteriores ya que en Shabat no se acostumbra a hacer Tashlij, se puede hacer hasta Iom Kipur, y según algunas costumbres hasta Hoshana Raba). Después del rezo de la tarde, se acostumbra ir a una fuente de agua natural, río o mar y se recita el texto del Tashlíj. El agua simboliza la bondad de Hashem (Di-s); los peces representan los ojos del Creador que siempre se encuentran abiertos velando por Sus creaciones. Esta costumbre tiene como objetivo despertar la Misericordia Divina y simboliza el deshacernos de todos nuestros pecados.

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¿Que es una Comunidad?

¿Cuánto tiempo puede permanecer un judío alejado de su esencia? ¿Qué necesita una chispa para volver a encenderse?... sólo el fósforo que le dará la oportunidad de volver a arder.
En mi reciente viaje a Ucrania dónde mi familia fue a celebrar el cumpleaños Nº 80 de mi padre, encontré a Sasha, emisario del Lubavitcher Rebe y estudiante de mi padre. El trabajo de Sasha es visitar a los judíos en las puntas más remotas de Ucrania y reconectarlos con sus raíces. Él relató la siguiente historia:
“Recibí recientemente una llamada telefónica extraña de una compañía minera que estaba excavando cerca de Anipoli, un pueblo pequeño en Ucrania occidental. Reclamaban haber descubierto lo que parecía ser una tumba masiva judía del Holocausto. Enseguida dejé todo lo que estaba haciendo y avisé a la Jevra Kadisha(Sociedad de Entierro judía) en Jerusalém que inmediatamente despachó una comisión de rabinos para confirmar esto y ayudar a organizar un entierro y monumento apropiados para estos mártires.
Después de unas semanas, decidimos seguir con un Shabatón para los parientes, en honor a la memoria de las víctimas. Traje conmigo un grupo de muchachos de laIeshivá de Kiev, comida kasher suficiente y una Arca portátil con una Torá. Resultó ser, de hecho, un Shabat muy conmovedor, incluso más allá de nuestros sueños“
Sasha explicó: “Entre las muchas personas que asistieron a este Shabatón, había un señor mayor que se negó a participar de cualquiera de los aspectos religiosos de nuestro programa. Durante los servicios de la tarde de Shabat lo vi sentarse solo con su familia, en el otro lado del cuarto, sin una kipá. Lo llamé para darle a una aliá al la Torá (ser llamado a la Torá), y, como era de esperar, se negó.
“Realmente no sé lo que me poseyó, pero tomé al hombre literalmente de su brazo y lo escolté a la bimá (lugar sobre el que se lee la Torá). Le pedí entonces su nombre hebreo. Él me dijo que no podía recordarlo, pero si ayudaba, su nombre ucraniano era Vasily. Lo llamé por ese nombre. Él dijo las bendiciones apropiadas con un poco de ayuda de mi parte. Así como empecé a hacer la oración de MiSheberaj (El que bendice) para él, noté que el hombre estaba llorando ingobernablemente. Le pregunté si algo estaba mal y él respondió con una voz ahogada que después de tantos años recordó su nombre hebreo de repente. Era Azriel, el nombre que su abuelo, el rabino del pueblo, le dio en su bris (circuncisión).
“Usted sabe” dijo, “mi Zeide fue el primero en ser acribillado por esos Nazis asesinos. Lo recuerdo como hoy. Reunieron a nuestro pueblo entero en la plaza. Yo tenía entonces 12 años, antes de mi Bar Mitzvá. Tuve mucha suerte. Había bebido una botella de agua y me habían concedido permiso para dispensarme detrás de algunos árboles. Detrás de esos árboles, vi cómo ellos dispararon a todos. Nadie se salvó. Mi Zeide fue el primero, porque era el rabino. El resto de mi familia siguió. Después de que terminaron, quedé solo en este mundo, vagando a través de los bosques...”
Después de la guerra, volví a mi ciudad natal pero desgraciadamente, sin comunidad judía, dejé mi herencia judía, estoy casado fuera de la fe y formé a una familia no-judía.
Cuando oí hablar del descubrimiento de la tumba que más probablemente tiene a mi familia enterrada en ella, me envolvió un sentimiento increíble de anhelo a mi familia y mi pasado. Necesitaba hacer esa conexión una vez más. Estuve de acuerdo en asistir a su programa con los míos. El Shabat entero estuve luchando con mi pasado y mi identidad judía. ¿Quién soy? ¿Soy el judío de mi pasado o el ucraniano del presente?
Entonces, cuando usted me llamó a la Torá y me pidió mi nombre judío, todo regresó a mí. Se abrieron las compuertas de mis recuerdos. Mi Zeide, mi nombre hebreo Azriel, y el Bar Mitzvá que preparé que pero nunca celebré, todos aparecieron delante de mi cara. Supe que pertenecía a mi pueblo”
Sasha concluyó: “Dije entonces a ‘Azriel’ que debe considerar esta aliá como su Bar Mitzvá. “Ciertamente, su Zeide está muy orgulloso de usted hoy” le dije. Él me abrazó mientras lágrimas rodaban por sus mejillas. Pienso que eran lágrimas de inmensa alegría. “Ve” Sasha dijo “uno nunca debe menospreciar el alma de un judío, incluso uno que se ha marchado lejos durante muchos años. Necesitamos proporcionarle el fósforo. ¡La chispa ya está allí!”
“A propósito,” le pregunté a Sasha cuando terminó su historia asombrosa. “¿Cuándo sucedió esta historia?”
“Hace tres semanas“
“¿Estás seguro?”
“Sí, claro. ¿Por qué pregunta?”
Ahora era mi turno para llorar: “¡Mi primer nieto nació exactamente hace tres semanas y lo llamamos Biniomin Azriel!”

La circuncisión¿Un rito de pasaje o un símbolo de identidad?

La práctica de cortar circularmente el prepucio del pene no es particular del pueblo de Israel. Según los datos etnográficos e históricos, hay testimonios de esta costumbre entre los pueblos africanos, malayo-polinesios y semíticos-hamíticos. De acuerdo a lo afirmado por el filósofo de la religión, el holandés G. van der Leeuw (1890-1950), la circuncisión es ``un rite de passage'', que simboliza tanto el nacimiento como la muerte. Esta práctica es una mutilación que, como en el caso del tatuaje, la limadura de los dientes o la perforación del himen de las doncellas, la practican los hombres a los efectos de dar poder o de renovarlo. Según sus palabras, la mayor parte de estas mutilaciones no se presentan sólo en los llamados ritos de la pubertad, sino también en las bodas, el luto y otros. Toda la vida sólo se entiende precisamente como crisis del poder”(Fenomenología de la Religión [México: Fondo de Cultura Económica, 1964] p. 187). Más específicamente, el rito de la circuncisión está asociado con la maduración sexual y social del joven al entrar en la pubertad. La literatura etnográfica, como el caso de los pueblos africanos, nos enseña que hay cuatro temas combinados en esta costumbre: la fertilidad, la virilidad, la madurez y la genealogía. Según la feliz definición de H. Eilberg-Schwartz, ``el pene es lo que convierte al joven en varón, en adulto, en padre y en continuador del linaje''. Uno podría resumir esto diciendo que ``uno debe tener un miembro para ser miembro''” (The Savage in Judaism [Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 1990] p. 145; traducción mía). En el Antiguo Oriente la práctica de la circuncisión estaba ampliamente difundida. Según lo afirmado por el afamado historiador griego Heródoto de Halicarnaso (siglo V a.e.c.), el origen de la práctica habría tenido lugar en Egipto: las únicas naciones del globo que desde su origen se circuncidan son los colcos, egipcios y etíopes, puesto que los fenicios y sirios de Palestina confiesan haber aprendido de Egipto el uso de la circuncisión. [...] No sabría, empero, definir entre los egipcios y etíopes, cuál de los dos pueblos haya tomado esta costumbre del otro, viéndola en ambos muy antigua y de tiempo inmemorial. Descubro, no obstante, un indicio para mí muy notable, que me inclina a pensar que los etíopes la tomaron de los egipcios...” (II, 104; en: Los nueve libros de la Historia [Barcelona: Iberia, 1976] I, p. 139). Sin embargo, a la luz de los datos arqueológicos (se hallaron representaciones de guerreros sirios circuncisos en Siria y Egipto que datan de los comienzos del tercer milenio a.e.c.), los investigadores modernos afirman que este ritual se habría originado entre los semitas nord-occidentales, para luego ser adoptado por egipcios y hebreos. En el antiguo Israel la circuncisión era un rito de fertilidad o de esponsales. Un ejemplo en este sentido es la exigencia de los hijos de Jacob a los siquemitas, en ocasión de solicitar la mano de Dina después de que ésta fuera raptada y violada (Génesis 34:1-5): ``No podemos hacer tal cosa: dar nuestra hermana a uno que es incircunciso, porque eso es una vergüenza para nosotros. Tan sólo os la daremos a condición de que os hagáis como nosotros, circuncidándose todos vuestros varones''” (vv. 14-15). Asimismo, esta práctica habría tenido también un sentido apotropaico, destinado a aventar el mal. Una prueba de este concepto aparece en el relato oscuro sobre la circuncisión del hijo de Moisés: ``Y sucedió que en el camino le salió al encuentro Yahveh en el lugar donde pasaba la noche y quiso darle muerte. Tomó entonces Seforá un cuchillo de pedernal y, cortando el prepucio de su hijo, tocó los pies de Moisés, diciendo: Tú eres para mí esposo de sangre. Y Yahveh le soltó; ella había dicho: esposo de sangre, por la circuncisión''” (Éxodo 4:24-26). (Nota: Algunos autores afirman que esta historia misteriosa estaría relacionada con su contexto literario inmediato, a saber: el anuncio de la muerte de los primogénitos en Egipto [vv. 22-23]. De acuerdo a esta interpretación, pues, la salvación del hijo de Moisés por medio de la sangre de la circuncisión insinuaría la futura salvación de los primogénitos de Israel por medio de la sangre en las jambas y dinteles de sus casas [12:1-14].) Pero sin duda el texto emblemático sobre la circuncisión se halla presente en el libro del Génesis, cuando este ritual se convierte en señal (ot) del establecimiento de la alianza (brit) entre Yahveh y el padre de Israel: ``Dijo Dios a Abraham: Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación. Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros -también tu posteridad-: todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros. A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza. [...] El incircunciso, el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza''” (17:9-14. Ver también Levítico 12:3). Inspirada en el antiguo ritual asociado con la fertilidad y la progenie, la práctica de la circuncisión prescrita aquí ya no tiene un significado mágico, sino un mensaje teológico profundo: ``Dios es el que concede la fertilidad y la multiplicación de la familia: Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos [...] Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti''” (vv. 4-6). (Nota: Además de su aspecto físico, el término circuncisión” es usado en la Biblia en un sentido metafórico, como ser: incircuncisos de corazón [Jeremías 9:25]; su oído es incircunciso” [idem 6:10]; incircunciso de labios” [Éxodo 6:12]. En todos estos casos, el uso de estas expresiones indica algún tipo de incapacidad.) Según algunos biblistas, este relato habría sido compuesto por un autor sacerdotal durante la época del exilio babilónico (siglo VI a.e.c.), con el propósito de identificar los límites sociales y religiosos entre los israelitas y los babilonios incircuncisos, y de esta manera evitar su asimilación. (Nota: Aunque muchos de los pueblos que rodeaban a Israel practicaban la circuncisión [Jeremías 9:25-26], esta práctica era considerada por los antiguos hebreos un componente esencial de su identidad nacional [por ejemplo, sólo los circuncisos podían comer del cordero pascual. Cf. Éxodo 12:43-49; Josué 5:2-12]. De aquí, entonces, el tradicional motivo bíblico de oponer los israelitas circuncisos a los filisteos incircuncisos [Jueces 14:3; 15:18; 1 Samuel 14.6; 17:26; etc.]). Sin embargo, otros afirman que el interés sacerdotal por la circuncisión se habría debido también a razones intra-grupales, a saber: la necesidad del sacerdocio de definir los límites de su comunidad en términos de descendencia patrilineal y continuidad inter-generacional. (Sobre este tema, ver el análisis pormenorizado e iluminador de Eilberg-Schwartz, The Savage in Judaism, págs. 141-176). Con la llegada de los griegos y romanos al Oriente, el rito de la circuncisión pasó a ser un demarcador de límites culturales. Debido a la importancia que la cultura pagana le concedía al cuerpo en general y a la desnudez en particular, la práctica de quitar el prepucio, o simplemente el de tener al descubierto el glande o cabeza del pene, les provocaba a los griegos y romanos una verdadera repugnancia, convirtiéndose en objeto de burla y horror (Marcial, Epigramas, 7.35, 82). (Nota: Las críticas paganas contra la circuncisión obligaron a los judíos a elaborar respuestas de corte apologético para justificar la práctica ancestral. Un ejemplo en este sentido lo encontramos en los escritos del filósofo judío Filón de Alejandría [circa 20 a.e.c. - circa 50 e.c.]. Para detalles, ver su obra: Sobre las leyes particulares I, 1-11). Como consecuencia de ello, entonces, en círculos de judíos helenizados comenzaron a disimular la circuncisión por medio de técnicas diversas, con el propósito de poder disfrutar de los baños romanos o participar en los ejercicios atléticos, y así, en palabras de Flavio Josefo, ``aun con el cuerpo desnudo parecieron griegos''” (Josefo, Antigüedades Judías, XII, v, 1; en: Obras Completas de Flavio Josefo [Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1961] II, p. 289). Una de ellas fue una operación destinada a restaurar el prepucio original (epispasmo) (1 Macabeos 1:14-15). Otra técnica fue asegurar que el prepucio quedara fijo por medio del uso de un anillo o alfiler (fibula), y de esta manera no permitir que el glande estuviera al descubierto (en latín, infibulatio). Como es lógico suponer, esta actitud de los helenizantes provocó una contra-reacción entre los judíos piadosos. Un ejemplo de ello lo encontramos en el libro apócrifo de los Jubileos (una obra compuesta originalmente en hebreo para mediados del siglo II a.e.c.), cuando su autor anónimo (probablemente, de origen sacerdotal) criticaba vehementemente a los filo-helenos diciendo: ``Ahora te diré que los hijos de Israel renegarán de esta norma y sus hijos no se circuncidarán según esta ley. Dejarán parte de la carne de la circuncisión al circuncidar a sus hijos, y los hijos de Beliar dejarán a sus hijos sin circuncidar, como nacieron. Gran cólera del Señor habrá contra los hijos de Israel, porque dejaron su alianza y se apartaron de su mandato. Le han irritado, han blasfemado contra él al no cumplir la norma de esta señal, pues se hicieron como gentiles; dignos de ser apartados y desarraigados de la tierra. No tendrán, pues, perdón ni remisión de este pecado y error eternamente''” (15:33-34; en: A. Diez Macho ed., Apócrifos del Antiguo Testamento [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1983] págs. 120-121). En respuesta a esta actitud de desdén, el autor de Jubileos desarrolló una concepción original de este ritual, según el cual Dios le habría ordenado a Abraham practicar la circuncisión para alejar a los israelitas del mal y concederles una condición cuasi-angelical: ``Todo nacido a quien no se corte la carne del miembro en el octavo día no será hijo de la ley que el Señor pactó con Abraham, sino hijo de corrupción; en él no estará la señal de pertenencia al Señor. Está destinado a la ruina y a desaparecer de la tierra y a ser desarraigado de ella, pues habrá violado la alianza con el Señor. Todos los ángeles de la faz y todos los ángeles santos tienen esta naturaleza desde el día de su creación; a la vista de los ángeles de la faz y de los ángeles santos santificó a Israel para que estuviera con él y con sus santos ángeles''” (vv. 26-27. Ver también, Documento de Damasco 16.4-6). Esta polémica entre griegos, judíos helenizados e israelitas piadosos llegó a su momento más crítico en época del rey griego Antíoco Epifanes IV (175-164 a.e.c.), cuando proclamó en su edicto anti judío, entre otras cosas, ``dejar a sus hijos incircuncisos''” (1 Macabeos 1:48). Sin embargo, los judíos hicieron caso omiso de esta prohibición, hasta el punto de dar sus vidas por este mandamiento: A las mujeres que hacían circuncidar a sus hijos las llevaban a la muerte, conforme al edicto, con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y los que habían efectuado la circuncisión” (idem 1:60-61. Cf. también 2 Macabeos 6:10). (Nota: Años más tarde, la práctica de la circuncisión habría de ser nuevamente prohibida por el emperador romano Adriano, precipitando o respondiendo a la revuelta de Bar Kojva [132-135 e.c.]). Ya en época de los Macabeos (140-63 a.e.c.), la circuncisión pasó a ser un signo distintivo de pureza y de judeidad. Una prueba en este sentido lo refleja la política hasmonea, según la cual los extranjeros residentes en territorios liberados debían circuncidarse si querían seguir viviendo en ellos. Según lo cuenta Josefo: ``Hircano se apoderó de las poblaciones de Idumea, Adora y Marisa, y sometió a todos los idumeos, a los cuales les permitió que se quedaran en su país, con tal que se circuncidaran y observaran las leyes de los judíos. Por amor a su país se circuncidaron y adoptaron las leyes de los judíos''” (Antigüedades Judías XIII, ix, 1. Ver también idem XIII, ix, 3 [Aristóbulo]). Así también, la circuncisión se transformó en una condición necesaria para la conversión de prosélitos al judaísmo. Como lo testimonia el libro apócrifo de Judit: ``Ajior (un amonita. A.R.), por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexiado para siempre a la casa de Israel''” (14:10. Ver también, Josefo, Antigüedades Judías XX, ii, iv). Con el surgimiento del movimiento cristiano, el tema de la circuncisión se tornó en un tema de agrias disputas entre sus miembros. Algunos argumentaron que la circuncisión era necesaria como medio de obtener la salvación: ``Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros''” (Hechos de los Apóstoles 15:1). Otros, como en el caso de Pablo y sus seguidores, afirmaban que la práctica ancestral se había vuelto irrelevante desde la venida del Cristo: Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad''” (Gálatas 5:6); ``¿Acaso Dios lo es únicamente de los judíos y no también de los gentiles? ¡Sí, por cierto! También de los gentiles; porque no hay más que un solo Dios, que justificará a los circuncisos en virtud de la fe y a los incircuncisos por medio de la fe''” (Romanos 3:29-30). Con el pasar del tiempo, la necesidad de explicar el sentido de la circuncisión no desapareció. Todavía en la época medieval, el filósofo judeo-español Maimónides (1135-1204) buscaba argumentos para justificar la práctica ancestral, aduciendo dos causas fundamentales. La primera era de carácter moral, viendo la práctica como destinada a atenuar la concupiscencia y la voluptuosidad: ``es minorar la cohabitación y mitigar el órgano, a fin de restringir su acción dejándolo en reposo lo más posible''” (Guía de los Perplejos III, 49; en: Maimónides, Guía de Perplejos [edición preparada por D. Gonzalo Maeso; Madrid: Editora Nacional, 1983] p. 540). Y la segunda razón, aún más importante, era la sociológica: hace a los que profesan la idea de la unidad de Dios que se distingan por un mismo signo corporal, impreso en todos, de manera que quien no esté integrado entre ellos no puede, por su calidad de foráneo, pretender incorporarse [...] ``Notorio es cómo los hombres se estiman y ayudan mutuamente cuando tienen todos una misma marca distintiva, que para ellos viene a ser una especie de alianza y pacto. De igual manera es una alianza pactada por Abraham nuestro padre para la creencia en la unidad de Dios, de manera que todos aquellos que se circuncidan son los únicos incorporados a la alianza abrahámica, en virtud de la cual se adquiere el compromiso de creer en la unidad...''” (idem; págs. 540-541). Desde entonces y hasta nuestros días, a pesar del proceso de secularización sufrido por el pueblo de Israel, la inmensa mayoría de los judíos ha optado por mantener incólume la práctica ancestral de la circuncisión, afirmando por media de la misma su identidad religiosa y nacional.

La sabiduría de José



El patriarca José es presentado en la narración bíblica como un sabio dotado de cualidades intelectuales excepcionales. Su capacidad le permitió interpretar intrincados sueños (Génesis 40; 41:1-32), como así también administrar el país en épocas de crisis (47:13-26). Según las elogiosas palabras del gobernante egipcio: ``...y dijo Faraón a sus servidores: `¿Acaso se encontrará otro como éste que tenga el espíritu de Dios?' Y dijo Faraón a José: `Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú...''' (41:37-49).
Como lo demostró hace unos años atrás el teológo alemán Gerhard von Rad (1901-1971), la historia de José refleja los ideales más excelsos de la antigua hokma o sabiduría, a saber: la longanimidad (cf. Proverbios 14:29; 15:18), el olvido de las ofensas (cf. Proverbios 24:29; 10:12) y la humildad (cf. Proverbios 15:33; 22:4]). A su juicio, estos elementos sapienciales habrían tenido como origen la literatura egipcia: ``No que en su forma actual aproximada fuera solamente una narración egipcia (es evidente que fue contada por alguien que no era egipcio y para gentes que no eran egipcias), pero sí hay que suponer ciertamente que estímulos literarios, modelos, e incluso materiales literarios directos, de Egipto, intervinieron en el nacimiento de la historia de José'' (``La historia de José y la antigua hokma'', en: Estudios sobre el Antiguo Testamento [Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976] p. 262).
La sabiduría de José fue uno de los temas preferidos por la exégesis judía antigua. Según lo afirmaba el historiador Flavio Josefo (segunda mitad del siglo I e.c.): ``Jacob alcanzó una felicidad tan grande que difícilmente algún otro hombre la habrá igualado. Era el más rico de los habitantes de su tierra, y fue envidiado y admirado además porque tenía hijos virtuosos, sin defectos, laboriosos y aptos y de aguda inteligencia [...] José, hijo de Raquel, era al que más amaba de todos sus hijos, por la belleza de su cuerpo y las virtudes de su alma (porque era superior a todos en sabiduría)'' (Antigüedades Judías II, ii, 1; en: Obras Completas de Flavio Josefo [Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1961; I, p. 124). Sin embargo, esta sabiduría no era considerada ``natural'' en términos antropológicos, sino en los marcos de una perspectiva teocéntrica, los rabinos la veían como el resultado de la elección divina: ``R. Pinjás decía: El Espíritu Santo estuvo habitando sobre José desde su juventud hasta el día de su muerte, y lo fue guiando con palabras de sabiduría como el pastor guía su rebaño, según está dicho: Pastor de Israel, escucha, tú que guias a José como a un rebaño [Salmos 80:2]'' (Los capítulos de Rabbí Eliezer [Institución S. Jerónimo para la investigación bíblica: Valencia, 1984] p. 276).
Una de las virtudes más elogiadas en la literatura sapiencial antigua era la capacidad del sabio de no caer en las redes tendidas por la ``mujer extraña'': ``No hagas caso de la mujer perversa, pues miel destilan los labios de la extraña, su paladar es más suave que el aceite; pero al fin es amarga como el ajenjo, mordaz como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte, sus pasos se dirigen al seol. Por no seguir la senda de la vida, se desvía por sus vericuetos sin saberlo'' (Proverbios 5:2-6). Y por ende no sorprende, que una de las historias de José aluda precisamente a este tema tan popular de la sabiduría milenaria.
La castidad de José
Según nos cuenta el Pentateuco, José supo resistir los intentos de seducción por parte de la esposa de Putifar, evitando así que el adulterio lo llevara a la corrupción moral: ``...sucedió que la mujer de su señor se fijó en José y le dijo: Acuéstate conmigo. Pero él rehusó y dijo a la mujer de su señor: He aquí que mi señor no me controla nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha confiado. ¿No es él mayor que yo en esta casa? Y sin embargo, no me ha vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer. ¿Cómo entonces voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios? Ella insistía en hablar a José días tras día, pero él no accedió a acostarse y estar con ella. Hasta que cierto día entró él en la casa para hacer su trabajo y coincidió que no había ninguno de casa allí dentro. Entonces ella le asió de la ropa diciéndole: Acuéstate conmigo. Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió huyendo afuera'' (vv. 7-12). (Nota: Es un hecho sabido que la historia de José y la seductora se parece notablemente al ``cuento de los dos hermanos'' proveniente de Egipto. Incluso, no cabría descartar la posibilidad cierta de que el mismo haya inspirado directa o indirectamente el episodio relatado en el Génesis. Para el cuento, ver César Vidal Manzanares, Cuentos del antiguo Egipto [Barcelona: Ediciones Martínez Roca, S. A.: 1998] págs. 126-139).
Esta acción piadosa de José fue considerada por los intérpretes antiguos el episodio más importante de la vida del patriarca, destacando su remarcable capacidad de autocontrol sexual: ``Por eso alabamos al virtuoso José: porque venció la concupiscencia con su raciocinio. A pesar de su juventud y de poseer plena capacidad para la unión carnal, reprimió con la razón el aguijón de sus pasiones. Pero la razón vence el impulso no sólo del deseo carnal, sino de cualquier otro deseo'' (IV Macabeos 2:2-4; en: A. Diez Macho ed., Apócrifos del Antiguo Testamento [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1982] III, p. 140).
Esta fascinación de los judíos por el recato sexual de José llevó a los exégetas de antaño a re-escribir la historia original, ampliando y dramatizando la misma a la usanza helenística. Un ejemplo en este sentido es la versión presente en la obra apócrifa llamada Testamento de José. (Nota: Este libro forma parte de una composición extra-canónica judía llamada Testamentos de los XII Patriarcas, compuesta en griego, probablemente en Egipto [¿Alejandría?], en el siglo II a.e.c. Para el texto, ver Apócrifos del Antiguo Testamento [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987] V, págs. 137-150).
Según este libro, José le contaba a sus hijos y hermanos en su lecho de muerte las peripecias sufridas en la casa de Putifar: ``¡Cuántas veces me amenazó la egipcia con la muerte! ¡Cuántas veces, tras haberme castigado, me llamó a su lado y me cubrió de amenazas porque no quería yacer con ella! [...] Pero yo me acordaba de las palabras de mi padre Jacob y, encerrado en mi cámara, elevaba mis plegarias al Señor. Ayuné durante aquellos siete años, aunque aparecía ante los egipcios como quien vive entre delicias, porque los que ayunan por el Señor reciben una faz agraciada'' (3:1-4).
De acuerdo a esta nueva versión de los hechos, la insistencia de la mujer no sabía de límites hasta el punto de sugerir el asesinato de su propio marido: ``Otra vez me habló así: `Si no quieres cometer adulterio, yo mataré al egipcio y así te tomaré legalmente como marido'. Cuando oí sus palabras, desgarré mis vestiduras y respondí: `Mujer, teme al Señor y no pongas por obra esa malvada acción, no sea que perezcas. Mira que voy a descubrir a todos tu impío propósito. Llena de temor, me pidió que no contara a nadie su maldad' (5:1-3). Sin embargo, la seducción de la mujer no cedió, sino por el contrario, se convirtió en un verdadero acoso sexual: ``Cuando yo estaba en su casa, ella descubría sus brazos, su pecho y las piernas para que yaciera con ella. Era muy hermosa y se adornaba con esmero para seducirme...'' (9:5).
Y así llegamos a la escena cumbre del relato: ``Os aseguro, hijos míos, que era aproximadamente las tres de la tarde cuando ella salió de mi presencia. Entonces doblé mis rodillas ante el Señor toda aquella tarde y continué durante la noche. Me levanté por la mañana derramando lágrimas y suplicando mi liberación de la egipcia. Pero, al final, ella me tomó por mis vestidos y me arrastró por la fuerza al lecho. Cuando vi que en su locura agarraba con fuerza mis vestidos, hui desnudo. Ella me calumnió y el egipcio me envió al calabozo en su propia casa. Al día siguiente ordenó flagelarme y me envió a la cárcel del Faraón'' (8:1-4). Pero aún estando en la cárcel, José se vió sometido a las incesantes solicitudes de la egipcia: ``Muchas veces me envió un mensajero con estas palabras: `Ten a bien cumplir mi deseo y te libraré de tus ligaduras y te sacaré de esas tinieblas. Mas ni siquiera con el pensamiento cedía ante ella, pues Dios prefiere a un varón continente que ayuna en una lóbrega mazmorra a otro que vive disolutamente entre delicias en las cámaras reales'' (9:1-2). (Nota: A diferencia de esta tradición, otros textos sugieren que José estuvo a punto de ceder a la tentación, y que a último momento ``vio la imagen de su padre y se echó atrás y consiguió dominar su pasión'' [Los capítulos de Rabbi Eliezer [Valencia, 1984] p. 277. Otro testimonio de este mismo tema se halla presente en el Corán: ``Ella lo deseaba y él la deseó. De no haber sido iluminado por su Señor... Fue así para que apartáramos de él el mal y la vergüenza. Era uno de Nuestros siervos escogidos'' (Sura 12, 24; en: El Corán [Madrid: Editora Nacional, 1979] p. 301).
El ascetismo judío en la época greco-romana
Esta nueva versión de la historia de José culmina con una moraleja, a saber: las bondades de la castidad: ``Ved ahora, hijos míos, qué cosas obran la paciencia y la plegaria unidas al ayuno. Si os esforzáis en ser castos y puros con paciencia y humildad de corazón, el Señor habitará en vosotros, ya que ama la castidad.

Las vestiduras del Sumo Sacerdote

Las vestiduras del Sumo Sacerdote:

 ¿un simbolismo oculto?

Entre los temas que trata la parashá de esta semana, y a manera de continuación de la revelación de las normas referentes a la construcción del santuario dadas a Moisés en el Monte Sinaí, están las regulaciones acerca de los ornamentos de las vestiduras sagradas del Sumo Sacerdote. Los ornamentos sacerdotale Entre los temas que trata la porción de la Torá de la presente semana (parashá Tetzavé [Éxodo 27:20-30:10], y a manera de continuación de la revelación de las normas referentes a la construcción del santuario dadas a Moisés en el monte Sinaí (25:1-27:19), están las regulaciones acerca de los ornamentos de las vestiduras sagradas del Sumo Sacerdote: ``Manda acercarse a ti de en medio de los israelitas a tu hermano Aarón, con sus hijos, para que ejerza mi sacerdocio: Aarón, con Nadab y Abihú, Eleazar e Itamar, hijos de Aarón. Harás para Aarón, tu hermano, vestiduras sagradas, que le den majestad y esplendor. Hablarás tú con todos los artesanos hábiles a quienes he llenado de espíritu de sabiduría; ellos harán las vestiduras de Aarón para que sea consagrado sacerdote mío. Harán las vestiduras siguientes: un pectoral, un efod, un manto, una túnica bordada, una tiara y una faja. Harán, pues, a tu hermano Aarón y a sus hijos vestiduras sagradas para que ejerzan mi sacerdocio. Tomarán para ello oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino'' (28:1-5). (Nota: Las vestimentas de los sacerdotes ordinarios están detalladas en vv. 40 y 42. Cabe destacar que no hay mención alguna del calzado a utilizar, ya que los sacerdotes servían descalzos [cf. Éxodo 3:5]). A continuación, la Torá pasa a describir en detalle cada uno de estas vestiduras. En primer término, el efod. Este ornamento era una especie de coselete o coraza ligera sujeto por un ceñidor y hombreras, bordado de oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino. Sobre las hombreras se debían colocar dos piedras de ónice, en las cuales se grababan los nombres de los hijos de Israel: seis de sus nombres en una piedra y los seis restantes en la otra, por orden de nacimiento: ``Como se tallan las piedras y se graban los sellos, así harás grabar esas dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; las harás engarzar en engastes de oro. Después pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, como piedras que me hagan recordar a los hijos de Israel, y así llevará Aarón sus nombres sobre sus dos hombros para recuerdo delante e Yahveh'' (28:11-12). Sobre este ornamento se debía colgar el ``pectoral del juicio'' o joshen mishpat, bordado a la manera del efod. El mismo debía de tener una forma cuadrada y engarzado con cuatro filas de tres piedras preciosas por cada una de ellas (vv. 17-20). Y como en el caso de las piedras de ónice engarzadas en las hombreras, también aquí se debían tallar los nombres de las doce tribus de Israel: ``Así llevará Aarón sobre su corazón los nombres de los hijos de Israel, en el pectoral del juicio, siempre que entre en el Santuario, para recuerdo perpetuo delante de Yahveh. En el pectoral del juicio pondrás el Urim y el Tumim, que estarán sobre el corazón de Aarón cuando se presente ante Yahveh. Así llevará Aarón constantemente sobre su corazón, delante de Yahveh, el oráculo de los hijos de Israel'' (vv. 29-30). (Nota: Los Urim y Tumim eran unos instrumentos [¿palillos?, ¿dados?] usados en una práctica de tipo oracular, por la cual se tiraba suertes para conocer la voluntad divina sobre un tópico determinado. Tratábase, pues, de una respuesta por medio de un sí o un no [cf. Números 27:10; 1 Samuel 14:41-42, 23:10-12, 28:6]. Según parecería ser, esta técnica de adivinación habría caido en desuso después de la época de David [cf. Esdras 2:63]. Finalmente, la Torá especificaba otros dos ornamentos: el manto y la diadema. El manto del efod debía ser tejido de púrpura violeta con una abertura en su centro para permitir pasar la cabeza del Sumo Sacerdote, haciendo en su ruedo interior ``granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás campanillas de oro: una campanilla de oro y una granada; otra campanilla de oro y otra granada; [...] Aarón lo llevará en su ministerio y se oirá el tintineo cuando entre en el Santuario, ante Yahveh, y cuando salga; así no morirá'' (vv. 33-35). (Nota: Se acostumbra a interpretar estas campanillas como un vestigio de una concepción primitiva, según la cual el tintineo alejaba a los demonios). La diadema, por su parte, debía ser colocada en la parte delantera de la tiara, hecha de una lámina de oro puro y en la cual se debían tallar las palabras ``Consagrado a Yahveh'': ``Quedará sobre la frente de Aarón; pues Aarón cargará con las faltas cometidas por los israelitas en las cosas sagradas; es decir, al ofrecer toda clase de santas ofrendas. La tendrá siempre sobre su frente, para que hallen favor delante de Yahveh'' (v. 38). El simbolismo de las vestiduras sacerdotales Según el testimonio de fuentes antiguas, las vestiduras del Sumo Sacerdote causaban un gran impacto al ser vistas. Una de ellas es el libro apócrifo llamado Carta de Aristea (una obra escrita en griego, probablemente en Alejandría, en la segunda mitad del siglo II a.e.c.): ``Se apoderó de nosotros una gran consternación cuando contemplamos a Eleazar en el servicio litúrgico, su vestidura y el resplandor que despide al ponerse la túnica que viste y por las piedras preciosas que la circundan. Pues tiene campanillas de oro que cuelgan de su túnica hasta los pies, emitiendo un tintineo peculiar, y granadas de variopintos bordados de preciosos colores junto a cada una de ellas. Iba ceñido con un magnífico y extraordinario tejido con los más bellos colores. Sobre el pecho llevaba el llamado oráculo, en el que estaban engastadas doce piedras preciosas de diferentes tipos incrustadas en oro: los nombres de las doce tribus, según el orden original, desprendiendo cada una de ellas el indescriptible color que la caracteriza. Sobre su cabeza llevaba el llamado turbante, y sobre éste la mitra inigualable, la diadema santificada con el nombre de Dios en relieve y con los caracteres santos sobre una lámina de oro, en medio de sus cejas, todo resplandor, pues se le ha creído digno de este atuendo en las funciones litúrgicas. La aparición de este portento impone respeto y desconcierta tanto que pensarías que has pasado a otro mundo distinto de éste. Y estoy seguro que todo el que se acerque al espectáculo que hemos descrito experimentará una maravillosa e inexplicable consternación conmovido en lo más profundo de su ser por la rigurosa disposición de cada detalle'' (par. 96-99; en: Apoócrifos del Antiguo Testamento [ed. A. Diez Macho; Madrid: Ediciones Cristiandad, 1983] II, p. 33. Cf. también Eclesiástico 45:6-13). Según parecería ser, entonces, la aparición del Sumo Sacerdote con su fastuso atuendo era tan espectacular, que a los ojos de los antiguos se asemejaba a la manifestación gloriosa de Dios mismo sobre la tierra. Como lo describía el sabio jerosolimitano Jesús hijo de Sirá (siglo II a.e.c.), con un lenguaje metafórico inspirado en el mundo cósmico y floral: ``¡Qué glorioso era, rodeado de su pueblo, cuando salía de la casa del velo! Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, como el sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como flor del rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como brote del Líbano en verano, como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo adornado de toda clase de piedras preciosas, como olivo floreciente de frutos, como ciprés que se eleva hasta las nubes. Cuando se ponía la vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al subir al santo altar, llenaba de gloria todo el recinto del santuario'' (50:1-11; en: Biblia de Jerusalén [Bilbao, Desclee de Brouwer, 1975] págs. 1026-1027). Estas vestiduras con su impresionante boato llevaron a los pensadores antiguos a buscar sentidos ``ocultos'' en sus detalles. Por ejemplo, según el testimonio presente en el Testamento de Levi (una sección de la obra apócrifa Testamento de los XII Patriarcas, escrita originalmente con probabilidad en griego durante la época greco-romana [siglos II a.e.c.-II e.c.]), el patriarca tuvo la siguiente visión en Betel: ``Cuando pasaron setenta días tuve allí una visión como antes. Vi a siete hombres, vestidos de blanco, que me decían: --Levántate; cúbrete con la vestidura sacerdotal, la corona de la justicia, el pectoral de la sabiduría, el manto de la verdad, la diadema de la fe, la mitra del signo y el efod de la profecía'' (8:1-2; en: Apócrifos del Antiguo Testamento [ed. A. Diez Macho; Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987] V, p. 51). Según esta interpretación, pues, las vestiduras del Sumo Sacerdote simbolizaban cualidades espirituales (justicia, sabiduría, verdad, fe y profecía), que recuerdan las ``vestimentas'' del futuro Mesías descendiente de David mencionadas por el profeta Isaías: ``Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahve: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh [...] Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos'' (11:1-5). Otra línea de interpretación la vislumbramos en el libro apócrifo Sabiduría de Salomón (obra escrita en griego, probablemente en Alejandría, compuesta a fines del siglo I a.e.c. o comienzos del siglo I e.c), según el cual los ornamentos habrían tenido un simbolismo de carácter cósmico: ``Llevaba (es decir, Aarón. A.R.) en su vestido talar el mundo entero, grabados en cuatro hileras de piedras los nombres gloriosos de los Padres y tu majestad en la diadema de su cabeza'' (18:24; en Biblia de Jerusalén, op. cit., p. 951). Un desarrollo mucho más detallado de esta perspectiva lo encontramos en los escritos del filósofo Filón de Alejandría (20 a.e.c.-50 e.c.), quien resumía su análisis del simbolismo cósmico de los ornamentos sacerdotales así: ``Esta es la disposición de las partes de la sagrada vestidura, representación del mundo, obra que llena de admiración a la vista y al pensamiento. Deja a la vista deslumbrada al máximo, como no lo hace prenda alguna tejida por la mano del hombre, a causa de su variedad y magnificiencia juntamente; y también pasma en grado sumo a la inteligencia que reflexiona acerca de las partes que la componen. La intención ha sido, en primer lugar, que el Sumo Sacerdote lleve en torno de su cuerpo y a la vista una representación del universo, a fin de que con la ininterrumpida contemplación de ella logre que su propia vida sea digna de la naturaleza universal; en segundo lugar, que en los sagrados ritos oficie a la par de él el universo todo. Y sumamente conveniente es que aquel que está consagrado al Padre del universo lleve consigo también al hijo, vale decir, al universo, para que participe en los servicios en honor de su Creador y Progenitor. Pero es preciso también que no pasemos por alto una tercera verdad simbolizada en la sagrada vestidura. Los sacerdotes de otros pueblos tienen por norma elevar sus súplicas y llevar a cabo sus sacrificios solamente por sus familiares, amigos y compatriotas; el Sumo Sacerdote de los hebreos, en cambio, eleva sus súplicas y acciones de gracia no sólo por la totalidad del género humano sino también por las partes de la naturaleza: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Como entiende que el mundo es su patria, como en realidad lo es, es su norma atraer sobre ella con plegarias y ruegos el favor del soberano, suplicándole haga partícipe de Su amable y propicia naturaleza a su creatura'' (Leyes Particulares I, 95-97; en: Obras Completas de Filón de Alejandría [Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1976] IV, págs. 210-211. Cf. también, Moisés II, 109-135]). Esta línea interpretativa la volvemos a encontrar en los escritos del historiador judío Flavio Josefo (segunda mitad del siglo I e.c.), quien explicaba los detalles de la construcción del Tabernáculo y las vestimentas del Sumo Sacerdote así: ``Porque si lo miraran sin prejucio, y juzgaran rectamente estas cosas, hallarían que todas están hechas imitando el universo. Cuando Moisés dividió el Tabernáculo en tres partes, y señaló dos para los sacerdotes, como sitio accesible y común, significó con ello la tierra y el mar, que son de acceso general para todos; pero dejó aparte la tercera división para Dios, porque el cielo es inaccesible para el hombre. Y cuando ordenó que se colocaran doce hogazas en una mesa, significó con ellas el año, dividido en otros tantos meses. Dividiendo el candelabro en setenta partes, indicó secretamente el decani, o las setenta divisiones de los planetas. En cuanto a las siete lámparas del candelabro, se refieren al curso de los planetas que son ese número. También las redomas, compuestas de cuatro cosas, declaran los cuatro elementos; el lino es apropiado para denotar la tierra, porque crece en la tierra; la púrpura significa el mar, porque de ese color se tiñe con la sangre de un marisco marino. El azul es adecuado para señalar el aire y el rojo indica naturalmente el fuego. Las vestimentas del Sumo Sacerdote, por el lino de que están hechas, señalan la tierra; el azul denota el cielo, siendo como relámpagos sus granadas y semejando a los truenos el sonido de las campanillas. En cuanto al efod, enseña que Dios hizo el universo con cuatro elementos; el oro entretejido supongo que se refiere al esplendor con que se iluminan todas las cosas. Señaló también que se colocara el peto en el centro del efod para semejar la tierra, que ocupa el centro del mundo. El cinturón que rodea el cuerpo del Sumo Sacerdote significa el océano, que corre en redondo e incluye el universo. Cada sardónice nos declara al sol y a la luna, me refiero a los que hacen de botones en los hombros del Sumo Sacerdote. En cuanto a las doce piedras, ya sea que las interpretemos como que son los meses o los signos de igual número de ese círculo que los griegos llaman el zodíaco, no nos equivocaremos en su sentido. La mitra, de color azul, me parece que significa el cielo. ¿de qué otro modo se podría inscribir en ella el nombre de Dios? Está adornada con una corona, de oro, por el esplendor con que Dios se regocija'' (Antigüedades Judías III, vii, 7; en: Obras Completas de Flavio Josefo [trad. L. Farré; Buenos Aires: Acervo Cultural/ Editores, 1961] I, págs. 201-202. Cf. también Guerra de los Judíos V, v, 7). Simbolismo cósmico: ¿una interpretación forzada o verdadera? Como hemos visto, entonces, el simbolismo cósmico de las vestiduras del Sumo Sacerdote era una interpretación muy aceptada en el judaísmo helenístico. Sin embargo, esta exégesis era sólo parte de un modelo interpretativo más amplio, según el cual todo lo referente al mundo del Tabernáculo tenía un sentido cósmico. Y de aquí, entonces, la pregunta obligada: ¿tenía algún fundamento concreto la interpretación cósmica del espacio sagrado, o habría sido más bien el fruto de una imaginación fértil? A pesar de lo que uno pensaría a primera vista, el simbolismo cósmico del espacio sagrado está confirmado por la investigación científica. Un ejemplo en este sentido lo hallamos en el simbolismo de la Iglesia bizantina. Según lo afirma M. Eliade, ``Las cuatro partes del interior de la Iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales. El interior de la iglesia es el Universo. El altar es el Paraíso, que se encuentra al Este. La puerta imperial del santuario propiamente dicho se llamaba también la Puerta del Paraíso. Durante la semana pascual, esta puerta permanece abierta durante todo el servicio; el sentido de esta costumbre se explica claramente en el Canon pascual: Cristo ha resucitado de la tumba y nos ha abierto las puertas del Paraíso. El Oeste, al contrario, es la región de las tinieblas, de la aflicción, de la muerte, de las moradas eternas de los muertos que esperan la resurrección de los muertos y el juicio final. La parte de en medio del edificio es la tierra. Según las concepciones de Cosmas Indicopleustes (autor de la obra Topografía Cristiana [siglo VI]. A.R.), la tierra es rectangular y está limitada por cuatro paredes que están recubiertas por una cúpula. Las cuatro partes del interior de una iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales'' (Lo sagrado y lo profano [Madrid: Ediciones Guadarrama, 1967] p. 58). (Nota: Sobre la interpretación cósmica de los templos, ver G. de Champeaux y D. S. Sterckx, Introducción a los símbolos [Madrid: Ediciones Encuentro, segunda edición, 1989] págs. 137-193). Según lo expuesto más arriba, entonces, la interpretación cósmica del Tabernáculo y de todo lo vinculado con él, sea el mobiliario o las vestimentas del Sumo Sacerdote, no habría sido fruto de la imaginación salvaje de Filón o Josefo, sino antes bien el resultado de una lectura acertada y sensible del significado profundo de los datos. Y de ser así, entonces, estos autores antiguos habrían rescatado del olvido un simbolismo oculto en las brumas del tiempo, enriqueciendo así nuestro conocimiento sobre el simbolismo religioso, que en palabras de Eliade, ``no es un mero trabajo de erudición, sino que, al menos indirectamente, interesa al conocimiento del hombre mismo; es decir, que tiene cabida allí donde se hable de un humanismo nuevo, o de una nueva antropología'' (Imágenes y símbolos [Madrid: Taurus Ediciones, 1974] p. 20). ¡Shabat Shalom

El valor de la Caridad


El valor de la Caridad

Rabí Meír tenía por costumbre no retirarse del Bet Hakeneset (de la sinagoga) hasta transcurridas 4 horas después de Tefilat Shajarit (rezo matutino).
Cierta vez, salió inmediatamente después de la Tefilá, lo cual le extrañó mucho y le resultaba inexplicable.
"¿Por qué este día es distinto a los demás?", se preguntaba, "¿Por qué salí más temprano que todos los días? ¿Querrá Hashem (El Santo Nombre) realizar hoy un milagro por mi intermedio?".
Mientras así reflexionaba, observó el encuentro de dos víboras, y como una le decía a la otra: "¿a dónde vas?". La otra le contesta: "Dios me envió a que mate a Iehudá de Anatot, a su esposa y a toda su familia". Vuelve a preguntar la primera: "¿Por qué?", "Porque en toda su vida no dio tsedaká (caridad) de su fortuna", esa fue la respuesta.
Al oír esto, Rabí Meír se dirigió a la casa de Rabí Iehudá. En el camino encontró un arroyo. Allí estaba la víbora aprestándose a cruzarlo para dirigirse a la casa de Rabí Iehudá. Rabí Meír le ordenó a la víbora no cruzarlo sin su permiso. Luego Rabí Meír se presentó en la casa de Rabí
Iehudá con el rostro algo cubierto para no ser reconocido. Ya era de noche y Rabí Iehudá con su familia se sentaban a la mesa a cenar. Rabí Meír se acercó y tomó asiento junto a ellos.
Los hijos de Rabí Iehudá comenzaron a protestar, y querían echar al desconocido.
Pero Rabí Meír dijo: "No me moveré hasta que me hayan dado de comer, estoy hambriento". Le dieron entonces de comer y beber. Luego Rabí Meír tomó un pan de la mesa, se lo dio a Rabí Iehudá y le dijo: "Toma este pan y dámelo a mí diciendo: Llévalo en calidad de Tsedaká". Rabí Iehudá se enojó y exclamó: "¿No te basta haber comido en mi casa hasta el hartazgo y quieres más?". Entonces Rabí Meír agitó su mano y apagó las velas que estaban sobre la mesa y al mismo tiempo descubrió su rostro y la casa se iluminó con la luz que él emanaba.
De inmediato reconocieron a Rabí Meír. Cayeron a sus pies pidiéndole perdón. Rabí Iehudá tomó el pan y dándoselo a Rabí Meír, dijo: "Llévatelo, por caridad".
Entonces dijo Rabí Meír: "Envía a tu esposa y tus hijos a otra casa a pasar la noche de hoy".
Así lo dispuso Rabí Iehudá, y en la casa solo quedaron él y Rabí Meír.
Después de transcurridas dos horas, dejó Rabí Meír sin efecto la orden dada a la víbora, la cual cruzó el arroyo y llegó a la casa de Rabí Iehudá. Rabí Meír salió por un minuto de la habitación y prestamente se introdujo la víbora en ella para abalanzarse sobre Rabí Iehudá. En ese instante volvió Rabí Meír y encontró a la víbora, a la que le preguntó: "¿Qué haces aquí?".
Ésta le contestó: "Dios me mandó matar a Rabí Iehudá y su familia", "¿Por qué?", inquirió el Tzadik. "porque nunca en su vida practicó la caridad", fue la respuesta. Entonces Rabí Meír le dijo: "Pero si recién, hoy mismo, me dio de comer pan y beber vino, y también me dio un pan para el camino, ¡Sal de la casa, porque no tienes derecho a hacerle daño alguno!". Rabí Meír echó a la víbora de la casa y cerrando la puerta, le dijo a Rabí Iehudá: "Cuídate de abrir la puerta hasta mañana".
Después de una hora, oye Rabí Iehudá la voz de su esposa que lo llamaba desde afuera sollozando: "¡Ábreme esposo mío la puerta, que estoy pasando la noche en la calle, a la intemperie, y el frío me cuela los huesos!". Pero Rabí Meír previene a Rabí Iehudá: "No abras la puerta, que no es tu esposa la que está afuera y te llama". Y Rabí Iehudá volvió a escuchar una voz que desde afuera lo llamaba, y la voz era de su hijo mayor: "Ábreme, papá, no tengo donde pasar la noche, anduve dando vueltas por el campo, en la oscuridad de la noche, y tengo miedo que los animales salvajes me hagan daño". Rabí Iehudá estaba fuera de sí, su corazón sufre de compasión y preocupación. Pero Rabí Meír lo tranquiliza: "No hagas caso a los llamados, no son de tu hijo, anda a acostarte, y no abras la puerta".
Así transcurrió la noche, entre sucesivos llamados, a veces un hijo, a veces una hija, con llantos que llegaban al alma, conmovedores, e insoportables para un hombre que sufría pensando en su familia. Pero la orden firme e inconmovible de Rabí Meír de no abrir la puerta, ayudó a Rabí Iehudá a resistir las difíciles pruebas, y la puerta no fue abierta hasta la mañana siguiente.
Cuando la víbora comprobó que todas sus trampas no surtieron efecto, y no podía llevar a cabo su misión, se revolcó con fuerza al suelo, exclamó: "¡Ay, arriba sentencian, y los de abajo anulan la sentencia!". Se arrojó con tal fuerza al suelo, que del golpe murió.
A la mañana volvieron la esposa y los hijos de Rabí Iehudá a casa, y Rabí Meír le dijo: "Pregúntales si te llamaron durante la noche". "En toda la noche no hemos salido de nuestro albergue", respondieron.
Entonces le vuelve a decir Rabí Meír: "Ven que te mostraré quién te llamó durante la noche".
Salieron y en el umbral de la puerta encontraron la víbora muerta.
Enseguida alabaron y agradecieron a Dios por Su misericordia, y Rabí Iehudá exclamó: "¡Alabado sea Dios que me otorgó un milagro!".
Agradeció muchísimo a Rabí Meír por haberles salvado de una muerte segura y terrible, y juró que de ese día en adelante, ningún pobre se iría de su casa sin ser socorrido.
En mérito de la Tsedaká, seremos protegidos de todo mal. Amén.

El Templo de Jerusalem