Las vestiduras del Sumo Sacerdote

Las vestiduras del Sumo Sacerdote:

 ¿un simbolismo oculto?

Entre los temas que trata la parashá de esta semana, y a manera de continuación de la revelación de las normas referentes a la construcción del santuario dadas a Moisés en el Monte Sinaí, están las regulaciones acerca de los ornamentos de las vestiduras sagradas del Sumo Sacerdote. Los ornamentos sacerdotale Entre los temas que trata la porción de la Torá de la presente semana (parashá Tetzavé [Éxodo 27:20-30:10], y a manera de continuación de la revelación de las normas referentes a la construcción del santuario dadas a Moisés en el monte Sinaí (25:1-27:19), están las regulaciones acerca de los ornamentos de las vestiduras sagradas del Sumo Sacerdote: ``Manda acercarse a ti de en medio de los israelitas a tu hermano Aarón, con sus hijos, para que ejerza mi sacerdocio: Aarón, con Nadab y Abihú, Eleazar e Itamar, hijos de Aarón. Harás para Aarón, tu hermano, vestiduras sagradas, que le den majestad y esplendor. Hablarás tú con todos los artesanos hábiles a quienes he llenado de espíritu de sabiduría; ellos harán las vestiduras de Aarón para que sea consagrado sacerdote mío. Harán las vestiduras siguientes: un pectoral, un efod, un manto, una túnica bordada, una tiara y una faja. Harán, pues, a tu hermano Aarón y a sus hijos vestiduras sagradas para que ejerzan mi sacerdocio. Tomarán para ello oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino'' (28:1-5). (Nota: Las vestimentas de los sacerdotes ordinarios están detalladas en vv. 40 y 42. Cabe destacar que no hay mención alguna del calzado a utilizar, ya que los sacerdotes servían descalzos [cf. Éxodo 3:5]). A continuación, la Torá pasa a describir en detalle cada uno de estas vestiduras. En primer término, el efod. Este ornamento era una especie de coselete o coraza ligera sujeto por un ceñidor y hombreras, bordado de oro, púrpura violeta y escarlata, carmesí y lino fino. Sobre las hombreras se debían colocar dos piedras de ónice, en las cuales se grababan los nombres de los hijos de Israel: seis de sus nombres en una piedra y los seis restantes en la otra, por orden de nacimiento: ``Como se tallan las piedras y se graban los sellos, así harás grabar esas dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; las harás engarzar en engastes de oro. Después pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, como piedras que me hagan recordar a los hijos de Israel, y así llevará Aarón sus nombres sobre sus dos hombros para recuerdo delante e Yahveh'' (28:11-12). Sobre este ornamento se debía colgar el ``pectoral del juicio'' o joshen mishpat, bordado a la manera del efod. El mismo debía de tener una forma cuadrada y engarzado con cuatro filas de tres piedras preciosas por cada una de ellas (vv. 17-20). Y como en el caso de las piedras de ónice engarzadas en las hombreras, también aquí se debían tallar los nombres de las doce tribus de Israel: ``Así llevará Aarón sobre su corazón los nombres de los hijos de Israel, en el pectoral del juicio, siempre que entre en el Santuario, para recuerdo perpetuo delante de Yahveh. En el pectoral del juicio pondrás el Urim y el Tumim, que estarán sobre el corazón de Aarón cuando se presente ante Yahveh. Así llevará Aarón constantemente sobre su corazón, delante de Yahveh, el oráculo de los hijos de Israel'' (vv. 29-30). (Nota: Los Urim y Tumim eran unos instrumentos [¿palillos?, ¿dados?] usados en una práctica de tipo oracular, por la cual se tiraba suertes para conocer la voluntad divina sobre un tópico determinado. Tratábase, pues, de una respuesta por medio de un sí o un no [cf. Números 27:10; 1 Samuel 14:41-42, 23:10-12, 28:6]. Según parecería ser, esta técnica de adivinación habría caido en desuso después de la época de David [cf. Esdras 2:63]. Finalmente, la Torá especificaba otros dos ornamentos: el manto y la diadema. El manto del efod debía ser tejido de púrpura violeta con una abertura en su centro para permitir pasar la cabeza del Sumo Sacerdote, haciendo en su ruedo interior ``granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás campanillas de oro: una campanilla de oro y una granada; otra campanilla de oro y otra granada; [...] Aarón lo llevará en su ministerio y se oirá el tintineo cuando entre en el Santuario, ante Yahveh, y cuando salga; así no morirá'' (vv. 33-35). (Nota: Se acostumbra a interpretar estas campanillas como un vestigio de una concepción primitiva, según la cual el tintineo alejaba a los demonios). La diadema, por su parte, debía ser colocada en la parte delantera de la tiara, hecha de una lámina de oro puro y en la cual se debían tallar las palabras ``Consagrado a Yahveh'': ``Quedará sobre la frente de Aarón; pues Aarón cargará con las faltas cometidas por los israelitas en las cosas sagradas; es decir, al ofrecer toda clase de santas ofrendas. La tendrá siempre sobre su frente, para que hallen favor delante de Yahveh'' (v. 38). El simbolismo de las vestiduras sacerdotales Según el testimonio de fuentes antiguas, las vestiduras del Sumo Sacerdote causaban un gran impacto al ser vistas. Una de ellas es el libro apócrifo llamado Carta de Aristea (una obra escrita en griego, probablemente en Alejandría, en la segunda mitad del siglo II a.e.c.): ``Se apoderó de nosotros una gran consternación cuando contemplamos a Eleazar en el servicio litúrgico, su vestidura y el resplandor que despide al ponerse la túnica que viste y por las piedras preciosas que la circundan. Pues tiene campanillas de oro que cuelgan de su túnica hasta los pies, emitiendo un tintineo peculiar, y granadas de variopintos bordados de preciosos colores junto a cada una de ellas. Iba ceñido con un magnífico y extraordinario tejido con los más bellos colores. Sobre el pecho llevaba el llamado oráculo, en el que estaban engastadas doce piedras preciosas de diferentes tipos incrustadas en oro: los nombres de las doce tribus, según el orden original, desprendiendo cada una de ellas el indescriptible color que la caracteriza. Sobre su cabeza llevaba el llamado turbante, y sobre éste la mitra inigualable, la diadema santificada con el nombre de Dios en relieve y con los caracteres santos sobre una lámina de oro, en medio de sus cejas, todo resplandor, pues se le ha creído digno de este atuendo en las funciones litúrgicas. La aparición de este portento impone respeto y desconcierta tanto que pensarías que has pasado a otro mundo distinto de éste. Y estoy seguro que todo el que se acerque al espectáculo que hemos descrito experimentará una maravillosa e inexplicable consternación conmovido en lo más profundo de su ser por la rigurosa disposición de cada detalle'' (par. 96-99; en: Apoócrifos del Antiguo Testamento [ed. A. Diez Macho; Madrid: Ediciones Cristiandad, 1983] II, p. 33. Cf. también Eclesiástico 45:6-13). Según parecería ser, entonces, la aparición del Sumo Sacerdote con su fastuso atuendo era tan espectacular, que a los ojos de los antiguos se asemejaba a la manifestación gloriosa de Dios mismo sobre la tierra. Como lo describía el sabio jerosolimitano Jesús hijo de Sirá (siglo II a.e.c.), con un lenguaje metafórico inspirado en el mundo cósmico y floral: ``¡Qué glorioso era, rodeado de su pueblo, cuando salía de la casa del velo! Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, como el sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como flor del rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como brote del Líbano en verano, como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo adornado de toda clase de piedras preciosas, como olivo floreciente de frutos, como ciprés que se eleva hasta las nubes. Cuando se ponía la vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al subir al santo altar, llenaba de gloria todo el recinto del santuario'' (50:1-11; en: Biblia de Jerusalén [Bilbao, Desclee de Brouwer, 1975] págs. 1026-1027). Estas vestiduras con su impresionante boato llevaron a los pensadores antiguos a buscar sentidos ``ocultos'' en sus detalles. Por ejemplo, según el testimonio presente en el Testamento de Levi (una sección de la obra apócrifa Testamento de los XII Patriarcas, escrita originalmente con probabilidad en griego durante la época greco-romana [siglos II a.e.c.-II e.c.]), el patriarca tuvo la siguiente visión en Betel: ``Cuando pasaron setenta días tuve allí una visión como antes. Vi a siete hombres, vestidos de blanco, que me decían: --Levántate; cúbrete con la vestidura sacerdotal, la corona de la justicia, el pectoral de la sabiduría, el manto de la verdad, la diadema de la fe, la mitra del signo y el efod de la profecía'' (8:1-2; en: Apócrifos del Antiguo Testamento [ed. A. Diez Macho; Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987] V, p. 51). Según esta interpretación, pues, las vestiduras del Sumo Sacerdote simbolizaban cualidades espirituales (justicia, sabiduría, verdad, fe y profecía), que recuerdan las ``vestimentas'' del futuro Mesías descendiente de David mencionadas por el profeta Isaías: ``Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahve: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh [...] Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos'' (11:1-5). Otra línea de interpretación la vislumbramos en el libro apócrifo Sabiduría de Salomón (obra escrita en griego, probablemente en Alejandría, compuesta a fines del siglo I a.e.c. o comienzos del siglo I e.c), según el cual los ornamentos habrían tenido un simbolismo de carácter cósmico: ``Llevaba (es decir, Aarón. A.R.) en su vestido talar el mundo entero, grabados en cuatro hileras de piedras los nombres gloriosos de los Padres y tu majestad en la diadema de su cabeza'' (18:24; en Biblia de Jerusalén, op. cit., p. 951). Un desarrollo mucho más detallado de esta perspectiva lo encontramos en los escritos del filósofo Filón de Alejandría (20 a.e.c.-50 e.c.), quien resumía su análisis del simbolismo cósmico de los ornamentos sacerdotales así: ``Esta es la disposición de las partes de la sagrada vestidura, representación del mundo, obra que llena de admiración a la vista y al pensamiento. Deja a la vista deslumbrada al máximo, como no lo hace prenda alguna tejida por la mano del hombre, a causa de su variedad y magnificiencia juntamente; y también pasma en grado sumo a la inteligencia que reflexiona acerca de las partes que la componen. La intención ha sido, en primer lugar, que el Sumo Sacerdote lleve en torno de su cuerpo y a la vista una representación del universo, a fin de que con la ininterrumpida contemplación de ella logre que su propia vida sea digna de la naturaleza universal; en segundo lugar, que en los sagrados ritos oficie a la par de él el universo todo. Y sumamente conveniente es que aquel que está consagrado al Padre del universo lleve consigo también al hijo, vale decir, al universo, para que participe en los servicios en honor de su Creador y Progenitor. Pero es preciso también que no pasemos por alto una tercera verdad simbolizada en la sagrada vestidura. Los sacerdotes de otros pueblos tienen por norma elevar sus súplicas y llevar a cabo sus sacrificios solamente por sus familiares, amigos y compatriotas; el Sumo Sacerdote de los hebreos, en cambio, eleva sus súplicas y acciones de gracia no sólo por la totalidad del género humano sino también por las partes de la naturaleza: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Como entiende que el mundo es su patria, como en realidad lo es, es su norma atraer sobre ella con plegarias y ruegos el favor del soberano, suplicándole haga partícipe de Su amable y propicia naturaleza a su creatura'' (Leyes Particulares I, 95-97; en: Obras Completas de Filón de Alejandría [Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1976] IV, págs. 210-211. Cf. también, Moisés II, 109-135]). Esta línea interpretativa la volvemos a encontrar en los escritos del historiador judío Flavio Josefo (segunda mitad del siglo I e.c.), quien explicaba los detalles de la construcción del Tabernáculo y las vestimentas del Sumo Sacerdote así: ``Porque si lo miraran sin prejucio, y juzgaran rectamente estas cosas, hallarían que todas están hechas imitando el universo. Cuando Moisés dividió el Tabernáculo en tres partes, y señaló dos para los sacerdotes, como sitio accesible y común, significó con ello la tierra y el mar, que son de acceso general para todos; pero dejó aparte la tercera división para Dios, porque el cielo es inaccesible para el hombre. Y cuando ordenó que se colocaran doce hogazas en una mesa, significó con ellas el año, dividido en otros tantos meses. Dividiendo el candelabro en setenta partes, indicó secretamente el decani, o las setenta divisiones de los planetas. En cuanto a las siete lámparas del candelabro, se refieren al curso de los planetas que son ese número. También las redomas, compuestas de cuatro cosas, declaran los cuatro elementos; el lino es apropiado para denotar la tierra, porque crece en la tierra; la púrpura significa el mar, porque de ese color se tiñe con la sangre de un marisco marino. El azul es adecuado para señalar el aire y el rojo indica naturalmente el fuego. Las vestimentas del Sumo Sacerdote, por el lino de que están hechas, señalan la tierra; el azul denota el cielo, siendo como relámpagos sus granadas y semejando a los truenos el sonido de las campanillas. En cuanto al efod, enseña que Dios hizo el universo con cuatro elementos; el oro entretejido supongo que se refiere al esplendor con que se iluminan todas las cosas. Señaló también que se colocara el peto en el centro del efod para semejar la tierra, que ocupa el centro del mundo. El cinturón que rodea el cuerpo del Sumo Sacerdote significa el océano, que corre en redondo e incluye el universo. Cada sardónice nos declara al sol y a la luna, me refiero a los que hacen de botones en los hombros del Sumo Sacerdote. En cuanto a las doce piedras, ya sea que las interpretemos como que son los meses o los signos de igual número de ese círculo que los griegos llaman el zodíaco, no nos equivocaremos en su sentido. La mitra, de color azul, me parece que significa el cielo. ¿de qué otro modo se podría inscribir en ella el nombre de Dios? Está adornada con una corona, de oro, por el esplendor con que Dios se regocija'' (Antigüedades Judías III, vii, 7; en: Obras Completas de Flavio Josefo [trad. L. Farré; Buenos Aires: Acervo Cultural/ Editores, 1961] I, págs. 201-202. Cf. también Guerra de los Judíos V, v, 7). Simbolismo cósmico: ¿una interpretación forzada o verdadera? Como hemos visto, entonces, el simbolismo cósmico de las vestiduras del Sumo Sacerdote era una interpretación muy aceptada en el judaísmo helenístico. Sin embargo, esta exégesis era sólo parte de un modelo interpretativo más amplio, según el cual todo lo referente al mundo del Tabernáculo tenía un sentido cósmico. Y de aquí, entonces, la pregunta obligada: ¿tenía algún fundamento concreto la interpretación cósmica del espacio sagrado, o habría sido más bien el fruto de una imaginación fértil? A pesar de lo que uno pensaría a primera vista, el simbolismo cósmico del espacio sagrado está confirmado por la investigación científica. Un ejemplo en este sentido lo hallamos en el simbolismo de la Iglesia bizantina. Según lo afirma M. Eliade, ``Las cuatro partes del interior de la Iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales. El interior de la iglesia es el Universo. El altar es el Paraíso, que se encuentra al Este. La puerta imperial del santuario propiamente dicho se llamaba también la Puerta del Paraíso. Durante la semana pascual, esta puerta permanece abierta durante todo el servicio; el sentido de esta costumbre se explica claramente en el Canon pascual: Cristo ha resucitado de la tumba y nos ha abierto las puertas del Paraíso. El Oeste, al contrario, es la región de las tinieblas, de la aflicción, de la muerte, de las moradas eternas de los muertos que esperan la resurrección de los muertos y el juicio final. La parte de en medio del edificio es la tierra. Según las concepciones de Cosmas Indicopleustes (autor de la obra Topografía Cristiana [siglo VI]. A.R.), la tierra es rectangular y está limitada por cuatro paredes que están recubiertas por una cúpula. Las cuatro partes del interior de una iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales'' (Lo sagrado y lo profano [Madrid: Ediciones Guadarrama, 1967] p. 58). (Nota: Sobre la interpretación cósmica de los templos, ver G. de Champeaux y D. S. Sterckx, Introducción a los símbolos [Madrid: Ediciones Encuentro, segunda edición, 1989] págs. 137-193). Según lo expuesto más arriba, entonces, la interpretación cósmica del Tabernáculo y de todo lo vinculado con él, sea el mobiliario o las vestimentas del Sumo Sacerdote, no habría sido fruto de la imaginación salvaje de Filón o Josefo, sino antes bien el resultado de una lectura acertada y sensible del significado profundo de los datos. Y de ser así, entonces, estos autores antiguos habrían rescatado del olvido un simbolismo oculto en las brumas del tiempo, enriqueciendo así nuestro conocimiento sobre el simbolismo religioso, que en palabras de Eliade, ``no es un mero trabajo de erudición, sino que, al menos indirectamente, interesa al conocimiento del hombre mismo; es decir, que tiene cabida allí donde se hable de un humanismo nuevo, o de una nueva antropología'' (Imágenes y símbolos [Madrid: Taurus Ediciones, 1974] p. 20). ¡Shabat Shalom

El Templo de Jerusalem