Amar al prójimo

Rabí Akiva dijo: "El versículo: 'Ama a tu semejante como a ti mismo', es un gran principio de la Torá". Ben Azai dijo: "El versículo: 'Cuando Di-s creó al hombre, Él lo creó a Su imagen', es un principio más grande aún".

El amor por el semejante, que no está motivado y que no se fundamenta en la convicción de que el hombre fue creado a imagen de Di-s, carece de solidez. Sin tener en cuenta esta convicción, ¿Por qué razón una persona debería sentirse obligada a amar a su semejante? El hombre resulta tan minúsculo en el universo, que puede llegar a considerarse como un ente de menor importancia. ¿Qué es, después de todo, el hombre, sino solamente uno entre los varios miles de millones de habitantes en un planeta, que es sólo una partícula de materia en la inmensidad del espacio que existe desde miles de millones de años luz?

Cuando comprendemos que sólo el hombre, entre las demás criaturas, fue formado a imagen del Creador, adquiere significación, constituyendo la cumbre más alta de la creación. El hombre fue creado a imagen de Di-s y debe ser respetado en consecuencia.

El Jafetz Jaim cita a comentaristas quienes explican que, a "imagen de Di-s", significa que el hombre tiene la capacidad de emular a Di-s, quien otorga la bondad a las personas. Todo aquel que efectúe un acto de bondad, está reflejando los atributos de Di-s.

El siguiente extracto de Orjot Tzadikim, resume el modo en que debemos comportarnos con los demás:

"Ayuda a los demás, en toda forma que te sea posible, de acuerdo a tu capacidad. Preocúpate igualmente por los ricos como por los pobres. Préstale dinero a todo aquel que necesite un préstamo. Hazle presentes a los pobres, conforme a tu capacidad, y ocasionalmente envía presentes a los ricos también. Sé completamente honesto en tus tratos comerciales. No seas estricto con los demás en asuntos de menor importancia. Háblale amablemente a cada persona. Si alguien te engaña, no lo engañes a él.

Soporta el pesar de otros, pero no ocasiones molestias a los demás. No litigues con otros. Saluda a todas las personas con alegría y una placentera expresión de tu rostro porque esto, habrá de fortalecer el amor. Trata a los demás para su bien. Cuando otros estén tristes o preocupados, confórtales. Si alguien te confiara un secreto, no lo reveles a los demás, aunque él te hiciera enojar. No hables mal de los demás, y no escuches cuando te hablen mal de alguien. Trata siempre de rescatar las cualidades positivas de tu prójimo. Honra a todas las personas con hechos y con palabras y no te demuestres superior respecto a ninguna persona."

El hecho de amar a nuestro semejante, incluye preocuparnos por sus aflicciones igual que como si fuesen las nuestras.

El Rabino Shalom Shebardon relata con frecuencia el siguiente suceso, para ilustrar de de que modo distinto habrá de reaccionar una persona cuando realmente siente el dolor de alguien:

Un niño pequeño estaba jugando frente a la casa del Rabino Shebardon en Jerusalem. El niño se cayó y se hizo un peligroso tajo. Al oír el llanto de la criatura, el Rabino salió corriendo, le puso una toalla sobre la herida, y se dio prisa para llevar al chico a la casa del medico, que vivía cerca del lugar. Mientras corría, una mujer anciana, al notar su preocupación y aflicción, y pensando que se trataba de uno de los hijos del rabino exclamó: "No se preocupe, no se preocupe, Di-s lo ayudará".

Sucedió que el niño resulto ser el nieto de esa mujer, y el Rabino tenía curiosidad por conocer su reacción, cuando se diera cuenta de la identidad del chico. Por cierto que, tan pronto como supo que era su propio nieto, dejo de decir: "No se preocupe", y comenzó a gritar con toda la fuerza de sus pulmones: "¡Mi Meír! ¡Mi Meír!, mientras los vecinos trataban de calmarla.

Cuando se trata del hijo de otra persona, podrías decir con indiferencia: "No se preocupe"; pero cuando esté involucrado un hijo tuyo, habrás de gritar.

Debemos esforzarnos por preocuparnos por el sufrimiento de nuestro prójimo, de la misma manera que reaccionaríamos cuando padecemos nosotros de determinada aflicción. Para poder llegar a este nivel, uno debe primero entrenarse en hacer todo lo que pueda para ayudar a aquel que esta sufriendo y orar por su bienestar. De esta manera sus acciones habrán de influir en sus emociones.

El mandamiento de amar a tu semejante puede ser cumplido en todo momento, en cada segundo del día. Cada favor o cada acto de bondad que hagas para el bien de alguien, constituye un cumplimiento de este mandamiento, que también puede lograrse a través del pensamiento. Cuando te sientas feliz por la buena suerte de alguien, ello constituye un acto de amor por tu semejante. Lo mismo se aplica, cuando alguien este padeciendo un infortunio: si te causa tristeza su sufrimiento, estarás igualmente dado cumplimiento a este mandamiento.

Mediante el correcto cumplimiento de este mandamiento, una persona puede fácilmente acumular en su haber miles y miles de mitzvot.

El Templo de Jerusalem