La Teoria de la Evolucion

Una de las grandes razones por las cuales la gente no cree en el alma ni que existen realidades espirituales es simplemente por el hecho que no ven ningún tipo de sensibilidad que les pruebe lo contrario.


Si uno ve el mundo y a la gente, de lo que más se admira es del que es más guapo, del más fuerte, del que mejor canta, baila o patea la pelota. Ahora si uno es muy sincero se dará cuenta que los mismos tipos de adjetivos los utilizamos cuando vamos al zoológico: “mira que bonito animal”, “mira que fuerte es”, “mira al mono que juguetón y acrobático es”, “que colores tan hermosos tiene ese tucán”, “que bonito trino tiene ese pajarito”. ¿Es triste no?. Cuando simplemente nos fijamos en adjetivos externos, no es tan difícil realmente creer que somos descendientes del mono. ¿Es acaso el sólo hecho de ser un poco más “desarrollados” lo que marca la diferencia?; pero en esencia igual comemos, nos reproducimos, cantamos, nos morimos ¿no?.


Yo me identificaba mucho con esa cosmovisión de las cosas, y la verdad que se me quito en el momento en que conocí a un sabio en Jerusalén, ya que era realmente absurdo pensar que un ser humano así con tanta “kedusha” (santidad) y espiritualidad podría venir de un mono.


Al ver un ser humano increíblemente sabio, paciente, alegre, que mantenía tan en alto la virtud de dar, es decir alguien que rompía con todas las cualidades egoístas de un animal y que expresaba cosas simplemente espirituales, entendí que era un absurdo pensar que la teoría de la evolución tiene sentido.


Esta teoría no explica como puede evolucionar un ser “egoísta” en una persona carente de ego y que solo quiere dar.


Quisiera escribirles unas cuantas enseñanzas de diferentes sabios de nuestro pueblo para que sientan un poco el sabor de lo sensibles y cuidadosos que son con el honor de otro, porque saben que todos y cada uno de nosotros somos humanos y venimos de un lugar muy elevado:


Cuentan de Rav Yakov Kaminetzky, uno de los mas grandes rabinos de la generación pasada, que nunca colgaba el teléfono antes que la persona con quien hablaba para no hacerlo sentir que le había quitado de su valioso tiempo.


Cuentan de Rav Moshe Feinstein, otro de los grandes de la generación pasada, que un día lo llevaron a un lugar en coche; el conductor sin querer le cerro la puerta en la mano. El sabio para no hacerlo sentir mal, se aguanto a que el conductor se diera vuelta y luego abrió la puerta y la cerró como si nada pasó, pensando “le dolería más a el saber que me cerro la puerta en la mano de lo que me puede doler a mi”.


Rav Ruderman, para hablarle a su esposa a la hora que le había prometido, salió de la clase de uno de los sabios mas grandes de su tiempo, ya que sabia que para la mujer cada minuto que pasa y que no ha hablado con el marido es una eternidad.
Rav Aryeh Levine, llego un día al doctor con su esposa y le dijo de todo corazón: “El pie de mi esposa nos duele a los dos”.


El Alter de Kelem nunca caminaba por una calle de su barrio que se sabía que había sido construida con la labor de prisioneros de guerra. Pensaba que dada la cantidad de lagrimas y sangre que habían sido derramadas en esa calle, él no podía pisar ahí.


En muchos ejemplos a lo largo de la historia del judaísmo se nos muestra el alto nivel ético y moral de nuestro pueblo. Ojalá que cada uno de nosotros pueda ver la grandeza y los valores que poseemos.

El Templo de Jerusalem