Conviviendo con el Enemigo

Creo que es una gran bendición el hecho de que una familia deje de mirar televisión!. Existen países en los que se hacen campañas de Semana sin televisión, para “limpiar la cabeza”. Y mucho más cuando se deja de utilizar por completo ese aparato - que es una catástrofe a nivel mundial.

No sólo produce daño al pueblo Israel, un pueblo inteligente y sabio, sino que produce daño a toda la humanidad. También en Israel produce mucho daño, tenemos un promedio de expectación televisiva alto: 3 horas por día - más que cualquier otra actividad recreativa. Nos estamos refiriendo a un adulto. Es decir que si tomamos a una persona normal que trabaja y vuelve a su casa al anochecer, quiere decir que ocupa (o pierde) la mitad de su tiempo que tiene fuera del trabajo y el descanso, en mirar televisión. Tres horas por día representan 21 hs semanales, o sea que un día por semana se la pasa viendo televisión, un día entero, sin dormir viendo tele! Un 90% de los ciudadanos tienen televisión.

Analicemos, ¿Qué tiene de malo la televisión? ¿El problema es el contenido de los programas, o la forma en que ese contenido le es trasmitido al espectador? La respuesta es ambos al mismo tiempo.

Comencemos por el contenido, cuyo daño es más fácil de evaluar.

La televisión tiene mucha influencia sobre la gente. 3 horas por día es muchísimo - hay niños que miran 7 horas por día! Sin duda su poder de persuasión es poderoso. La televisión es un formador de ideas. Recuerdo una película que vi en mi adolescencia, se trataba de una pareja de niños que crecían en una isla paradisíaca donde todo era lindo, natural y sin estrés, realmente, tanto para mí como para muchos, era el sueño que cualquiera hubiera querido materializar. Hasta que un día, cerré mis ojos y traté de vivenciar esa vida paradisíaca. La comida de aquella noche sería pescado asado. Por la mañana obviamente comeríamos pescado, crudo tal vez, en la noche, también pescado, pero al horno (si es que me tomé el trabajo de varios días para hacer un horno de barro en aquella isla virgen) y al desayuno ¿Otra vez pescado? ¿No podría comer un sándwich de milanesa? Para ello debería tener carne vacuna (es decir degollar una vaca y trozar la carne hasta conseguir milanesas) y para hacer pan, debería trabajar varios meses arando, sembrando, cultivando y separando los granos de trigo para luego molerlos y hacer algo de harina para amasar y hacer pan. Supongamos que quisiéramos tomar un café, eso seria imposible, en aquella isla virgen no hay granos de café y menos azúcar. ¿Qué haría con los mosquitos? ¿No existe algún insecticida? ¿Cómo puedo remediar el tema del calor sofocante, donde se puede enchufar el ventilador? ¿Dónde puedo conseguir algo de jabón y shampú para poder darme un baño y quitarme toda la arena y la sal del agua marina que ya me ha dejado el pelo como pasto? ¿Dónde puedo conseguir algo de tela para improvisar ropa, pues la que tengo ya está destrozada y el sol está deshidratando mi piel? ¿Se podría conseguir algo para los pies así no me quema la arena ni me lastiman las piedras? Como se darán cuenta, esta isla paradisíaca, pronto se convirtió en un infierno en el cual no quería estar. ¿Pero si la tele me lo mostraba como un lugar genial? Es más, creo que mucha gente seguiría pensando que es un lugar deseable si sólo se basaran en lo que la televisión les muestra. Pero si lo pensamos con nuestra mente, es un lugar precioso, para pasar unos días y sólo unos días, no más.

La televisión se convierte en la cultura y la educación de la persona. En realidad le va formando toda una cultura y folklore que sólo vive a través de la pantalla. Le inculca una escala de valores y conductas que no necesariamente es la que aprendió de sus padres o maestros. Es la religión de nuestro tiempo, que posee una gran fuerza formativa.

Determina el carácter, aspiraciones y destino del telespectador. En efecto, a menudo se trata de imitar a los héroes o protagonistas favoritos, tomando sus mismas actitudes, las mismas reacciones y hábitos. Si los protagonistas principales poseen algunos vicios, la manera de vestir, el color del cabello y su peinado, todo esto será imitados por sus fans. En distintas encuestas realizadas a los alumnos el último año de la preparatoria con respecto a qué profesión elegirían para estudiar en la universidad, fue muy sorprendente comprobar que durante los años 80 la mayoría de los jóvenes prefería cursar abogacía, en concordancia con la serie de moda en aquellos años, llamada “Petroccelli” que era un joven abogado que defendía a los inocentes. En los años 90 se incrementó la elección hacia medicina en concordancia con una famosa serie “Emergencias” que trataba de médicos jóvenes que se dedicaban a salvar a personas en peligro. Y así con otros programas

Es la fuerza cultural más potente, sin par en toda la historia - salvo la religión institucionalizada - que ocupa la gran parte del pensamiento y la actividad de la persona. Muchas de las maneras y actitudes de las personas se adecuan a la forma en que lo hacen los artistas del programa de moda, sin importar si es buena o mala, educada o grosera, gentil u hostil; si en la tele se hace, quiere decir que es aceptable socialmente y por lo tanto lo puedo hacer.

Aparte de la religión, la televisión es la fuerza más influyente - más que los padres y los maestros. La televisión toma el lugar del padre, del maestro y del rabino. Si no fuera por la televisión muchas de las cosas que los chicos hacen dicen y juegan no las conocerían. Un niño que observa televisión por dos horas, ha visto un promedio de 125 actos de violencia. Es verdad que en cualquier sociedad existe violencia. Pero seamos sinceros, ¿De donde sabría un niño que con un revolver se mata? ¿Cuáles son las probabilidades de que hubiera presenciado una escena con disparos en la calle y de esa manera aprender que el arma dispara? En realidad son muy pocas las posibilidades de que lo vea en la vida real. La gran mayoría de niños que vemos jugando con pistolas y disparando, no son porque lo aprendieron en la vida real, sino porque lo vieron en la televisión. Así ocurre con muchos otros actos violentos, que no se les hubiera ocurrido a no ser que lo vieran por televisión.

Otro punto a tener en cuenta es que la televisión conquista tanto a personas como a pueblos enteros. Estados Unidos no tiene necesidad de conquistar a los países con costosas armas y guerras indeseables, los conquista con la televisión; transforma lentamente a todas las naciones del mundo en "Estados Unidos".

Hace un siglo atrás cada país poseía su ropa típica, en Argentina se vestían como gauchos, en España con sus amplias faldas, en México, Holanda, Alemania, etc. cada uno poseía su cultura propia. Hoy en día si paseamos por los países occidentales, son todos iguales, los hombres y mujeres visten igual o bastante parecido, traje, camisa, corbata, etc. Sólo vemos la ropa típica de cada país en el muñequito de souvenir.

Es verdad que hay países que todavía conservan su manera de vestir, distinta a los demás, con túnicas, etc. Pero debemos confesar que lo que tienen en común es que la televisión no llegó a inundar los hogares de esos países.

Hoy todo el mundo trata de imitar a Estados Unidos, en su arquitectura de edificios altos y espejados, en los modelos de los autos y decoración de las casas. Es el país en el que gran parte de la humanidad querría vivir y eso a pesar que la mayoría nunca ha estado allí. Pero ya lo han visto por televisión y han llegado a esa conclusión.

Es una esclavitud cultural terrible, que en nuestro caso particular, es todo lo opuesto de lo que pregonan los valores judíos, padres y maestros. Aun aquellos programas que no fueron hechos por gente sin escrúpulos que lo único que les interesa es hacer rating y fama, aun estos programas reflejan los valores de aquellas personas que no siempre tienen que ver con lo que nosotros pregonamos. Programas tan ingenuos (¿ingenuos dije?) como los de Walt Disney, nos van transmitiendo valores sin darnos cuenta, que el amor es sorpresivo, que me puedo casar sin conocer a la otra persona, siempre y cuando me haya impactado. El príncipe de la cenicienta ni siquiera sabía en qué idioma hablaba la cenicienta, cuando se va le grita en ingles, francés y español, pero después de bailar con ella, él ya decidió que se casa con ella. ¿Qué sabe de ella? No sólo valores sentimentales se manejan en las películas de niños, también otros que hacen a nuestra relación con los demás. Siempre el malo es completamente malo, no tiene nada de bueno. La madrastra de cenicienta, es reflejada como una mujer maléfica, sin nada bueno. ¿Pero en realidad es así? ¿No podríamos decir que al menos era una madre preocupada por sus hijas? No es que trate de justificar al malo, pero todas las personas cometen errores, y tienen aspectos negativos, también los compañeros de clase de nuestros hijos, pero un padre atento, tratará de destacar los aspectos positivos de los amiguitos, así asu hijo aprende a compartir y convivir con todas las personas (por supuesto, tomando los recaudos necesarios).

Se preguntarán ¿por qué es tan influyente? ¿Por qué tiente tanto poder? Tanto por la gran cantidad de horas que le son dedicadas, como por el hecho de que es un medio de comunicación que se especializa en influir, formar ideas y transformar a las personas.

Es así como la humanidad depositó su destino cultural, espiritual, ideológico y moral en manos de un grupo de personas que no son educadores, ni cultos, ni gente de principios, ni científicos, ni responsables, ni inteligentes ni nacionalistas. En la mayoría de los casos, son personas muy bajas en la escala moral de la sociedad, que sólo les importa hacer dinero y sus mezquinos intereses, sin prestar atención al daño que hacen.

¿Alguna vez han estado en un estudio de televisión? Si lo hicieron habrán notado que las cosas son muy distintas a como se ven detrás de la pantalla. No me refiero sólo a la escenografía, sino a las personas en sí. Recuerdo al locutor de un noticiero, que era bastante nervioso, grosero y orgulloso, pero en el momento de salir al aire, se transformó en un ser angelical, que sonreía y hablaba tranquila y pausadamente. Al finalizar el programa me acerqué a saludarlo y me topé con una persona de las más altaneras y vanidosas que conocí. Sólo que para ganar más audiencia y popularidad entendió que “le conviene” ser amable y verse como gente humilde y sencilla... no es que él entiende que eso es lo correcto.

No obstante, en sus manos se les ha entregado la tarea de la formación de la cultura, la fe y la educación de nuestra generación y las venideras! Es una tontería sin par!

Uno de los daños inmediatos y más notorios, es la violencia. La televisión transforma a muchas personas en personas violentas. La televisión se defiende argumentando que ella sólo es un reflejo de la vida cotidiana, es un espejo de la realidad. Todos coinciden en que existe relación entre violencia y contemplación de películas violentas. Muchos ladrones han aprendido y se han perfeccionado gracias a nuevas ideas que vieron por televisión.

Es cierto que en la vida real existe violencia, robos y homicidios, pero ¿cuál es la probabilidad de que veamos uno de estos actos en vivo? ¿Alguno de ustedes vio alguna vez un tiroteo, asesinato o violación? Nos sorprenderíamos al saber que es un numero bastante bajo. No obstante, la mayoría por no decir la totalidad de nosotros observó robos, asesinatos y violencia a través de la pantalla de la televisión.

Hay quienes se preguntan: ¿Es que las películas violentas provocan violencia, o un muchacho con tendencia a la violencia es atraído por películas de ese tipo?. La respuesta es: ambas son ciertas. Se hicieron numerosas experiencias con grupos de jóvenes. Tomaron muchachos de 14-16 años que miraban 3 horas por día de películas violentas, y otro grupo que miraba sólo una hora por día, y encontraron que la violencia del primer grupo era 5 veces mayor que la del segundo grupo.

Es cierto que la televisión provoca mayor violencia en aquellos que por naturaleza son violentos. Pero más grave aun es que hace que la persona sienta aprecio por todos los rasgos característicos de la sociedad que es presentada en la pantalla y excita los impulsos que de por sí ya están muy excitados: Delincuencia y abuso de menores, homosexualidad, divorcios y adulterio, vida de lujos y placeres, lucha desenfrenada e inmoral por conseguir dinero, alcoholismo, drogas, cigarrillo – en síntesis, todo lo contrario de cualquier código moral. Es que la televisión hace que cada una de estas cosas, pasen a ser algo normal, cosas que suceden y que no debemos sorprendernos por ello. En otras épocas, oír de una mujer que cometió adulterio era motivo suficiente para escandalizarnos. Hoy en día es algo normal, y por ende varias barreras que otrora servían de muralla para no caer en adulterio, hoy en día no existen y es más fácil incurrir en ello, ya es algo normal. Prácticamente no hay una sola novela en donde no exista alguna escena de infidelidad y adulterio.

Esa es la cultura que aparece ahí, y ella es la que forma la generación. Las escuelas son un desperdicio: Se las puede cerrar. Todo lo que es logrado en ellas con tanto esfuerzo, es destruido en la pantalla, con un solo ademán. La maestra puede estar hablándole toda la semana acerca del valor de la honestidad, con cuentos, láminas y actividades al respecto; pero bastará que vea un programa de los Simpson, para dar un ejemplo, donde el protagonista hace alguna treta para distraer a los que están en la fila para pagar y así poder meterse, y el valor de la honestidad cobra ahora para el niño televidente otro sentido, más práctico y además aceptado y pregonado por su personaje favorito.

No es sólo una esclavitud cultural, es también un medio de propaganda y venta. Todo el tiempo nos bombardean con propagandas: Compre esto, y aquello. El espectador se convierte en un consumidor programado. A fin de cuentas, en forma subconsciente, él compra lo que le dijeron comprar.

Durante mi formación universitaria cursé algunas materias de publicidad, realmente, puedo afirmarles que quedé anonadado con las cosas que los expertos en comunicación visual, publicistas y psicólogos nos transmitían. Veíamos publicidades que aparentemente eran inocentes, pero una vez que eran comentadas por sus propios creadores, se transformaban en algo realmente grosero, manipulador y en algunos casos obscenos. Un simple afiche en que sólo figuran las llaves de un Roll Roice junto al paquete de cigarrillos L&M con un texto que dice “La elección de los grandes”, parece ser algo inofensivo, pero el diseñador del afiche nos preguntó: ¿A qué clase social va dirigido este anuncio? La mayoría espontáneamente respondimos que a la clase alta, prueba de ello era el uso de las llaves del Roll Roice como símbolo de Higth Society. El profesor (psicólogo y publicista) con una sonrisa dibujada en sus labios nos dijo que apuntaban exactamente al otro extremo de la sociedad, no a la sociedad alta sino a la baja. La idea detrás de esa publicidad era la siguiente, Un empleado u obrero sabe que, aunque lo desee, por ahora no llegará a poseer un auto así o a ser miembro de la alta sociedad; pero si bien ellos no forman parte de los “grandes”, ellos pueden darse los placeres que se dan los “grandes”, ellos también pueden elegir lo que eligen los “grandes”, y fumando L&M pueden sentirse que ellos también son parte de la alta sociedad.

Los publicistas son expertos en conocer los puntos débiles, el talón de Aquiles del hombre y de la mujer, y hacen uso y abuso de nuestras flaquezas, dando una y otra vez golpes bajos y manipuleándonos por medio de nuestras debilidades. De lo contrario no veo por qué para vendernos una radio, un auto o una gaseosas hace falta mostrarnos una modelo.

A veces, también la propaganda es subconsciente: Lo que se dio en llamar: Publicidad subliminal. Se trata de mostrar al espectador, por un corto período de tiempo, una figura, que pasa a una velocidad muy rápida y que a pesar de no ser captada por la parte consciente de la mente, el subconsciente si lo registra y almacena para luego influir en sus decisiones, sin siquiera que la persona sea consciente de ello.

Un ejemplo de este tipo de publicidad, que en algunos países está prohibida, es lo que instrumentó la empresa Coca Cola. Fue instrumentada para las películas de cine, cada tantos cuadros de la cinta en la que está grabado el film, aparecía un cuadro que decía Tome Coca Cola, o alguna imagen de alguien bebiendo esa gaseosa. Al pasarlo corrido por el proyector de la película, el cuadro pasa tan rápido que no es captada por la parte consciente de la mente, no obstante, como dijimos, el subconsciente registró tal imagen. Así fue como inexplicablemente los espectadores salían del cine con ganas de beber una rica Coca Cola fría. Lo peor es que ellos creían que era producto de su elección, y su deseo de beber, cuando en realidad se trata de una publicidad ofensiva y manipuladora. Ofensiva, porque no nos permite defendernos y manipuladora, porque al no poder estar alerta no podemos negarnos y nos manipula acorde a su interés.

No hay dudas de que la influencia de la propaganda es muy poderosa. De otra forma, no invertirían las grandes empresas millones en ella. Por ejemplo, en la televisión Israelí, medio minuto de propaganda en las horas pico de audiencia - 50.000 shekels, por cada vez que se pasa la publicidad. Es decir que en el programa de mayor rating que suele durar una hora y en el que hay por lo menos 5 o 6 tandas de comerciales, el comercial se pasará 6 veces, lo que implicará un costo de 300.000 Shekel (60.000 dólares). A esto debemos sumarle los costos de diseño, contratación de los artistas y la realización del corto publicitario, lo que suma otros 10.000 dólares (siempre y cuando sea realizada por una agencia de publicidad no muy afamada, de lo contrario habría que agregarle otro cero)

¿Es redituable? Por supuesto que sí! De lo contrario no se invertirían esas sumas. El que está publicitando un producto y paga para ello 100.000 dólares, obviamente es porque sabe que ganará más, de lo contrario no lo haría.

En Estados Unidos, en las horas pico: Un minuto - 1.500.000 dólares! Y en el Super Ball (la final de futball americano), que es el evento de mayor audiencia televisiva, los 10 segundos de publicidad cuestan 2.000.000 de dólares. Naturalmente, no son muchas las empresas que pueden pagar por ello, pero las multinacionales, como la Coca Cola, IBM, Mc Donalls, Microsoft y otras si pueden y pagan varios minutos de publicidad.

Lo que debe despertar nuestra atención es que si se paga tanto dinero y tantos profesionales trabajan detrás de un aviso publicitario, es por algo...

En efecto, la propaganda tiene su influencia. Y fue demostrado. Muchas veces, cuando tenemos en nuestras manos dos productos iguales de distintas marcas, y una de ellas publicita en la televisión, solemos inclinarnos inconscientemente hacia esa marca, pues nos inspira mayor seguridad y confiabilidad. ¿Pero es esto cierto? ¿El hecho de que esa marca sea nombrada en al televisión hace que sea una mejor empresa y mejor producto? Lamentablemente no siempre es así y nos damos cuenta tarde, después de que ya lo hemos elegido y pagado.

De esta manera, la televisión puede convertirse en el contaminador más grande, y el peor veneno para el alma, pues inunda al subconsciente con mensajes ficticios, demagógicos y recurriendo a nuestros puntos bajos para alcanzar su objetivo.

Otro punto que debemos analizar es el manejo de la verdad y la mentira. Muchas veces, la televisión le presenta al espectador un mundo que no existe. Ya sea en las películas, como el caso de la isla paradisíaca que mencionamos al principio, como así también en los programas informativos que pregonan ser objetivos, cuando en realidad son una mezcla de información y propaganda. Los hechos son relatados bajo la óptica y la interpretación del periodista o el editor responsable. Muchas veces muestran sólo una cara de la realidad, o un solo bando es entrevistado mientras que el otro no puede exponer sus motivos. Otras veces otorgan imágenes más violentas o impactantes cuando se refieren a un bando, mientras que al tratarse del otro pasan fotos menos dramáticas o directamente no muestran la zona sólo muestran al periodista con la imagen de la ciudad de fondo. No es casualidad la cantidad de veces que repiten palabras como: “sangriento ataque”, “asesinato de inocentes”, “brutal ofensiva” y otros por el estilo (por ejemplo en los informativos de Argentina, siempre dice: “Judíos aniquilan o asesinan) a palestinos” o algo parecido, pero cuando es al revés dice ”Un palestino mata a judíos”. (En el primer caso se generaliza, mientras que en el segundo no, de esta manera cualquier judío es sospechoso de ser un potencial asesino, mientras que con los musulmanes, se trataba sólo de un individuo palestino, no de todos los musulmanes)

En cierta manera, le mienten al espectador, y lo manipulan; y así él pierde su libertad.

Aunque debemos reconocer que no son muchos, hay individuos que son fieles a sus convicciones, y también cuando en la televisión le sean presentadas ideas contrarias, él seguirá firme en su posición, pues preferirá desconfiar primero de la televisión que de su escala de valores y sus seres queridos. No se trata de una persona encerrada en si misma y que no es capaz de aceptar los hechos, por el contrario, está muy interesado en recibir información, pues es una persona objetiva y seria. Él quiere conocer la realidad, y de esa forma modelar su posición. Pero suele pasar que la televisión abusa de su buena voluntad, y le entrega información falsa o parcial. Por ejemplo le muestran un árabe al que Tzahal (Ejercito de Defensa de Israel) le demolió su casa, según la orden del tribunal, y también le muestran a su mujer y sus tres hijos llorando, con sus bultos al hombres bajo el sol del medio día y completamente desprotegidos. Por supuesto que tal imagen hace despertar en él un sentimiento de desaprobación y desprecio por tal actitud de prepotencia y abuso. Sólo se saltearon una cosa: El contexto. Es decir, obviaron mencionar que se trataba de un Binladen o algún terrorista asesino que fue el responsable de la muerte de varios ancianos, mujeres y niños o familias que estaban festejando un Bar Mitzva, o el seder de Pesaj o simplemente esperando un ómnibus. Seguro que si el televidente supiera que se trataba de un terrorista de esa magnitud, su juicio hubiera sido otro, hasta el punto que se estaría cuestionando ¿por qué no lo matan a él y a toda su familia, en vez de derribar la casa?

Es por eso que no es una equivocación o exageración decir que el contenido y programación de la televisión es un mundo de peligrosas falsedades que ponen al espectador en otro mundo, un mundo imaginario e irreal; robándole su libertad. No basta con imponerle otra cultura en forma abierta, incluso una cultura de violencia, no sólo que le roban la libertad de poder decidir lo qué comprar – ya que lo atontan e inducen a comprar cosas innecesarias, haciéndole creer que en realidad le son imprescindibles - sino que también le presentan una lectura falsa de la realidad, por su parcialidad, porque incluye en forma muy astuta los hechos y su propia interpretación, dejando de lado otros “detalles” importantes de la misma realidad.

Ese es el problema del contenido, que por lo menos en teoría es posible remediar: Presentar propaganda de buenas virtudes, delicadeza y amor, justicia y caridad. Nunca vi propagandas sobre estos temas. Es cierto que algunos gobiernos e instituciones de bien hacen anuncios y pedidos por la televisión, pero no puede compararse la calidad y efectividad de este tipo de comerciales con el trabajo, dedicación y complejidad de las propagandas comerciales.
Tampoco he visto programas sobre verdadera cultura, educación pura, información completa y exacta.

Suponiendo que todo aquello pueda ser solucionable y encaminarlo en una mejor senda, todavía queda el problema de la forma.

Es un problema que se lo suele pasar por alto y menospreciar, pero en realidad también es un punto a tener muy en cuenta. El espectador es completamente pasivo, no utiliza su razonamiento, sólo se sienta frente a la pantalla, recibe mensajes sin ninguna actividad por su parte, salvo cierta actividad sentimental, de lástima o humor. No es como un libro, que la persona lee, contempla, analiza. Por ejemplo, cuando se lee un libro y se topa con algo interesante, algunos levantan la vista del libro, suspenden momentáneamente la lectura y reflexionan en lo que acaban de leer, otros lo leen nuevamente, otros tratarán de buscarle una aplicación práctica en su vida, otros lo compararan con otros valores, etc. En la televisión es imposible hacer alguna de estas cosas. El espectador se transforma en un “videota” por no decir idiota, pues se auto programa para no utilizar su cerebro: Tiene prohibido utilizarlo, porque quizás se pierda la próxima escena. Si se detiene en la escena anterior para analizar más profundamente su contenido o mensaje, se perderá la próxima escena, la trama de la película, y eso es inadmisible.

A propósito de este punto, suelo hacer video-debate con algunos alumnos. Es decir, selecciono alguna película que me parece que tiene algún valor para analizar y lo debatimos juntos, en realidad me valgo de la película como disparador, o para mostrarles lo errado que es el mensaje que se ve a simple vista en esa trama. Ahora bien, hay dos maneras de realizar este debate: una es ver toda la película e ir interrumpiendo en cada escena en la que hay algo para observar y considerar, de esta manera se aprovecha al máximo, pues si se deja para el final, hay detalles que se olvidan o escenas que quedan de lado para ocuparse sólo de las importantes. La otra manera es verla toda sin interrupción y debatir al final. Indudablemente, la primera es la mejor. ¿Cuál creen que es la que eligen los jóvenes? De cada diez, nueve prefieren la segunda manera. Cuando paro para acotar o analizar una escena, todos suplican para qué deje seguir la película y no interrumpa, para así poder ver cómo termina la cosa. Obviamente, es muy difícil luchar contra la ansiedad y curiosidad que se genera, lo que impide un razonamiento agudo, lo cual deriva en que todo sea tomado sin profundidad.

Los del mundo de la TV y Hollywood lo saben, es por eso que todo es presentado en forma superficial, fácil de deglutir, sin necesidad de profundizar. En un libro o un artículo, hay una relación lógica entre las partes que son capaces de ser entendidas por el lector, a su ritmo individual. Es decir, que cada uno lo lee y lo relee hasta que lo haya entendido plenamente. Hay quienes a la primera leída descendieron hasta la profundidad del mensaje y existen otros que precisan leerlo tres o cuatro veces hasta entender qué es lo que quiso decir el autor. Pero en la televisión o el cine, esto es imposible. Todo es rápido, superficial, visual. Lisonjean al espectador. Recuerdo una vez, mientras terminaba de rezar en el Kotel, fui entrevistado en forma casual por la televisión mexicana. La pregunta que me iba a formular, era, explicar cuál era la importancia del Kotel para el pueblo judío, como es de suponer, dispondría de tan sólo uno o dos minutos para responder. Solicité me diera unos minutos para ordenar mis pensamientos y concebir una respuesta. Después de pensar que estaría hablándole a una audiencia de varios millones de personas no judías, que saben poco o nada de judaísmo y su historia, realmente en un caso así se corre el riesgo de destruir y crear una falsa imagen con una mala respuesta. En sólo dos minutos no iba a poder explicar todo lo que el Kotel significa, así que tome la decisión que (luego me enteré) toma la mayoría, me refiero a decir palabras lindas y huecas, frases hechas que no impliquen nada. Dije algo así: "el Kotel era el lugar en donde la tierra y el cielo se encuentran, es como un “beso celestial”. Ahí terminó la frase. (Me enteré luego de que gustó mucho, ya que en la próxima fiesta me pidieron que explique a la tele audiencia cuál era el significado de la fiesta). Ahora bien, si examinamos el alcance de lo que dije, se darán cuenta que no dije nada. ¿Qué es un beso celestial? ¿Qué implica eso? ¿Cómo se mide? Si esta frase la hubiera dicho otra persona, probablemente podrían decirme que yo no entendí la profundidad de la frase, pero en este caso, a mí se me ocurrió, y fui yo el que lo dije, y puedo asegurarles que no esconde nada. Simplemente busqué palabras lindas para salir del paso, pues era consciente de que era imposible explicar lo que era el Kotel en escasos minutos.

Un profesor explica algo durante dos minutos, dándole la impresión al espectador de que él entendió lo que dijo. Pero si apagase la televisión por un momento, y tratase de explicarse a si mismo lo que acaba de escuchar, se daría cuenta de que no entendió nada. Por lo general, la persona en la pantalla no dijo nada, e incluso si dijo algo, el contenido es muy superficial.

El político en la pantalla habla muy bien, por eso impresiona. Él sonríe, hace ademanes, va por buen camino!. Su compañero, no va por buen camino: No sabe entonar, no está vestido en forma llamativa, no vale. Es sorprendente saber que los políticos le dedican más tiempo y dinero a los formadores de imagen que a los que le arman el discurso. Pues en la televisión la imagen vale más. Hay gente que vota a tal o cual político sólo porque le gusta el tipo de corbata que usa. Se hace más hincapié en el envase que en el contenido. Puede ser un inepto, pero si sabe hablar bien en público, puede arrebatarle las elecciones al mejor líder; ...y pensar que Moisés era tartamudo... qué distantes estamos! Probablemente hoy en día sería derrotado en elecciones ante algún otro buen orador.

Es una deformación de toda la forma de pensar de la humanidad, porque todos son figuras que pasan con rapidez. Sólo se puede trasmitir un mensaje visual. Pero hay muchas cosas que no es posible trasmitirlas de esa forma. ¿Cuánto tiempo puede una persona escuchar a alguien que habla en la televisión? Incluso al Primer Ministro no se lo deja hablar; se necesita acción, movimiento. Por eso lo "cortarán" en medio de sus palabras, le molestarán, le harán preguntas comprometedoras y agresivas, para que sea interesante, una contienda, un ruidoso simposio. Es un pasatiempo, no es un intento de aclarar o profundizar. Vamos a ver cuanto tiempo él logra permanecer en el ring sin que su rival lo "tire a la lona" de un "knock-out"...

No menospreciemos al ser humano. Somos individuos inteligentes, somos capaces de estudiar, profundizar y aclarar, utilizar la cabeza, sin necesidad de recibir todo listo, masticado y triturado en licuadora.

Aun si hubieran cosas buenas que transmitir, hay que darle la posibilidad de analizar al espectador. Este obstáculo es insalvable, a no ser que sea utilizado en forma totalmente distinta: Presentar una película durante diez minutos, y luego un análisis de ella durante una hora, pero no en el estudio, es decir que los espectadores vean desde sus casas el debate que hacen en el estudio de TV dos o tres personas, por más que éstas fueran muy inteligentes, ya que la audiencia sigue siendo pasiva, escucha lo que dice uno u otro, pero no puede expresar lo que a él le parece.

Pero por la cantidad de horas que las personas miran televisión, ya no le queda tiempo para analizar y procesar la información que le fue transmitida, son incapaces de pensar: Sólo son influidas por las apariencias externas, no por el contenido, porque no hay tiempo para profundizar en el contenido. Al menos las computadoras, poseen un sistema de antivirus que está activo todo el tiempo y va filtrando la información que entra a la computadora, pero en nuestra mente no tenemos algo parecido que funcione automáticamente sino que debemos hacerlo en forma consciente y con nuestro propio pensamiento – y no con el pensamiento del de otro.

Si estuviese aquí nuestro patriarca Abraham, tomaría un hacha y destruiría todos las televisiones de la humanidad. Le hubiesen dicho: Pero destruiste algo tan bello! En efecto, también los ídolos que él destruyó eran bellos, pero envenenaban a la humanidad. "Anillo de oro en el hocico de un cerdo, es la mujer hermosa y carente de buenos modales" (Mishlei 11:22) - su hermosura tiene valor si es reflejo de su belleza interior. Hoy desgraciadamente tergiversamos este valor. Consideramos bella a las modelos, que – con el perdón de las modelos decente, si las hay - la mayoría debió ensuciar su interior y decencia para poder llegar a posar en alguna revista importante.

La belleza es similar a la de un precioso anillo, una joya, pero en vez de estar luciéndose en un limpio y hermoso estuche, se encuentra en el hocico de un cerdo, que se revuelca en el fango y la basura.

Apaga la televisión para siempre. Verás lo bien qué te sientes, cuán alegre te encontrarás, cuanto tiempo tendrás para leer libros, para hacer deporte, para estar con la familia, para enriquecer tu alma y tu interior.

Ve que tranquilo te sientes, que inteligente eres... no un “vidiota”, no un "tele adicto". Te sentirás maravillosamente. Cada año harás una fiesta de agradecimiento a D's de que te eximió de ese castigo. Y si alguien te sugiere que te han lavado la cabeza, dale la razón, pues la televisión se ha encargado hasta ahora de ensuciarla... llegó el momento de desintoxicarnos y limpiar nuestras mentes.

El Templo de Jerusalem