El Rambán

La carta que Najmánides (Rambán, Rabí Moshe Ben Najmán) enviara a su hijo desde Aco, Israel a Cataluña, España, no quedó a través de los siglos como una simple carta de padre a hijo, dándoles buenos consejos de conducta y del cumplimiento de su deber espiritual como judio, sino que a lo largo de generaciones trascendió hasta llegar a ser un documento de enseñanza y guía del pueblo judío. Es una fuente maravillosa del saber, del pensar y del sentir, que tonifica y refresca. Es como una luz que ilumina nuestro sendero del bien.

La carta del Rambán

Presta atención, Hijo mío a la disciplina de tu padre y no deseches los consejos de tu madre (1). Habitúate a hablarle amablemente a toda la gente en todo momento. Este proceder te protegerá de la ira, una máxima falla de carácter que induce a la persona a pecar. Nuestros Rabinos nos enseñaron lo siguiente: (2) "Todo aquel que se inflame preso de la ira, estará sujeto a la disciplina del Gehinnom -Infierno-, tal como está escrito: Destierra la ira de tu corazón y elimina el mal de tu carne (3). El mal al que aquí se hace referencia es el Gehinnom, tal como está escrito: Y los perversos están destinados para el día del mal (4). Una vez que te hayas alejado de la ira, la cualidad de la humildad entrará en tu corazón. Esta auténtica cualidad es la más sublime de todas las virtudes admirables, así como lo expresan las Escrituras: Siguiendo inmediatamente a la humildad viene el temor a D's (5). A través de la humildad, se intensificará en tu corazón el temor a D-s, ya que siempre tendrás presente de dónde has venido y a dónde estás destinado a ir. Te darás cuenta de que en la vida eres tan frágil como la larva o el gusano -y con más razón en la muerte. Es este sentido de la humildad, el que te recuerda de Aquel ante Quien serás convocado para el juicio o el Rey de la Gloria. De El está escrito: Mira, el cielo y el cielo de los cielos no puede contenerte a Ti, (6) ni seguramente tampoco el corazón de los hombres (7). Está escrito además: ¿No lleno Yo el cielo y la tierra? dice D's (8).Después de que hayas pensado seriamente sobre estas ideas habrás de temer a tu Creador, y estarás a salvo del pecado. Una vez que hayas adquirido estas magníficas cualidades, estarás feliz entre tus semejantes. Cuando tus actos muestran una genuina humildad - cuando tengas una actitud modesta ante el hombre y temerosa ante D-s; cuando actúes cautelosamente frente al pecado - cuando el espíritu de la Presencia de D-s se pose sobre tí; habrás de vivir el Mundo del Futuro. Y ahora hijo mío, entiende claramente que aquel que tiene arrogancia en su corazón hacia otros hombres se rebela contra la soberanía del cielo, porque se está glorificando a sí mismo con las vestiduras propias de D-s, porque está escrito que el Eterno reina, y El viste el manto de la grandeza (9). Porque en realidad, ¿de qué debería estar orgulloso el hombre? Si tiene riqueza -es D's quien lo hace próspero. Si posee honores -¿no pertenece a D-os el honor? Tal como está escrito: La riqueza y el honor provienen de Tí, (10) -¿cómo puede alguien glorificarse a sí mismo con el honor de su Creador? Si se enorgullece de su sabiduría - hazle entender que D-s puede quitarle el habla a los más competentes y despojar de la sabiduría a los ancianos." De tal manera, todos los hombres están en pie de igualdad frente a su Creador. En Su furia El derriba a los encumbrados; en Su buena disposición El eleva a los oprimidos. Por lo tanto, hazte humilde y de este modo el Eterno te elevará. Por esta razón, te explicaré de qué modo puedes habituarte y lograr la cualidad de la humildad, y mantenerte siempre con ella. Que tus palabras tengan un tono amable; manten la cabeza inclinada. Baja tus ojos, y eleva tu corazón hacia el cielo; y cuando hables no fijes tu mirada en tu interlocutor. Que todos los hombres se vean más grandes que tú ante tus ojos; si alguien es más sabio o acaudalado que tú, deberás mostrarle respeto, y si otro es pobre, y tu fueras más rico o más sabio que él, considera que puede ser más virtuoso que tú: si comete pecado, ello podría ser el resultado de un error por su parte, en tanto que tu transgresión sería deliberada. En todas tus palabras, acciones y pensamientos -en todo momento- imagínate en tu corazón, que estás de pie ante la presencia del Ser Sagrado y Bendito que es Él, y que Su Presencia se ha posado en tí. Verdaderamente, la gloria de Hashem llena el universo. Habla con reverencia y temor, como lo haría un sirviente en presencia de su amo. Actúa con moderación en la compañía de otras personas: si alguien te llama, no le respondas a gritos, sino que le contestarás amablemente - en un tono bajo de voz, tal como lo haría alguien en presencia de su consejero. Ten cuidado de estudiar siempre la Torá asiduamente, de manera tal que te será posible cumplir sus mandamientos. Cuando te levantes de tu estudio, pondera atentamente el contenido de lo que has aprendido, y analiza qué es lo que puedes llevar a la práctica de ello. Revisa tus actos cada mañana y cada noche, y de esta manera podrás vivir todos tus días con un sentimiento de arrepentimiento. Expulsa los asuntos externos de tu mente, cuando estés orando; prepara cuidadosamente tu corazón en la presencia del Sagrado. Purifica tus pensamientos, y pondera tus palabras antes de pronunciarlas. Condúcete de acuerdo a estas normas en todos los esfuerzos que realices mientras vivas. De esta manera habrás de evitar seguramente las transgresiones; tus palabras, acciones y pensamientos serán intachables. Tu plegaria será pura y clara, sincera y placentera para D-s, El que es Bendito, y será tal como está escrito: Cuando Tú preparas sus corazones (para concentrarse), Tú estás atento (a sus plegarias) (12). Lee esta carta una vez por semana y no descuides nada de su contenido. Cúmplela, y al hacerlo condúcete según ella y en los caminos indicados por Hashem, que sea El bendecido, de modo de que puedas tener éxito en tu conducta y ser merecedor del Mundo del Futuro, que permanece escondido y destinado a los virtuosos. Cada día en que leas esta carta, el cielo responderá a los deseos de tu corazón

El Templo de Jerusalem