La sabiduría de José



El patriarca José es presentado en la narración bíblica como un sabio dotado de cualidades intelectuales excepcionales. Su capacidad le permitió interpretar intrincados sueños (Génesis 40; 41:1-32), como así también administrar el país en épocas de crisis (47:13-26). Según las elogiosas palabras del gobernante egipcio: ``...y dijo Faraón a sus servidores: `¿Acaso se encontrará otro como éste que tenga el espíritu de Dios?' Y dijo Faraón a José: `Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú...''' (41:37-49).
Como lo demostró hace unos años atrás el teológo alemán Gerhard von Rad (1901-1971), la historia de José refleja los ideales más excelsos de la antigua hokma o sabiduría, a saber: la longanimidad (cf. Proverbios 14:29; 15:18), el olvido de las ofensas (cf. Proverbios 24:29; 10:12) y la humildad (cf. Proverbios 15:33; 22:4]). A su juicio, estos elementos sapienciales habrían tenido como origen la literatura egipcia: ``No que en su forma actual aproximada fuera solamente una narración egipcia (es evidente que fue contada por alguien que no era egipcio y para gentes que no eran egipcias), pero sí hay que suponer ciertamente que estímulos literarios, modelos, e incluso materiales literarios directos, de Egipto, intervinieron en el nacimiento de la historia de José'' (``La historia de José y la antigua hokma'', en: Estudios sobre el Antiguo Testamento [Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976] p. 262).
La sabiduría de José fue uno de los temas preferidos por la exégesis judía antigua. Según lo afirmaba el historiador Flavio Josefo (segunda mitad del siglo I e.c.): ``Jacob alcanzó una felicidad tan grande que difícilmente algún otro hombre la habrá igualado. Era el más rico de los habitantes de su tierra, y fue envidiado y admirado además porque tenía hijos virtuosos, sin defectos, laboriosos y aptos y de aguda inteligencia [...] José, hijo de Raquel, era al que más amaba de todos sus hijos, por la belleza de su cuerpo y las virtudes de su alma (porque era superior a todos en sabiduría)'' (Antigüedades Judías II, ii, 1; en: Obras Completas de Flavio Josefo [Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1961; I, p. 124). Sin embargo, esta sabiduría no era considerada ``natural'' en términos antropológicos, sino en los marcos de una perspectiva teocéntrica, los rabinos la veían como el resultado de la elección divina: ``R. Pinjás decía: El Espíritu Santo estuvo habitando sobre José desde su juventud hasta el día de su muerte, y lo fue guiando con palabras de sabiduría como el pastor guía su rebaño, según está dicho: Pastor de Israel, escucha, tú que guias a José como a un rebaño [Salmos 80:2]'' (Los capítulos de Rabbí Eliezer [Institución S. Jerónimo para la investigación bíblica: Valencia, 1984] p. 276).
Una de las virtudes más elogiadas en la literatura sapiencial antigua era la capacidad del sabio de no caer en las redes tendidas por la ``mujer extraña'': ``No hagas caso de la mujer perversa, pues miel destilan los labios de la extraña, su paladar es más suave que el aceite; pero al fin es amarga como el ajenjo, mordaz como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte, sus pasos se dirigen al seol. Por no seguir la senda de la vida, se desvía por sus vericuetos sin saberlo'' (Proverbios 5:2-6). Y por ende no sorprende, que una de las historias de José aluda precisamente a este tema tan popular de la sabiduría milenaria.
La castidad de José
Según nos cuenta el Pentateuco, José supo resistir los intentos de seducción por parte de la esposa de Putifar, evitando así que el adulterio lo llevara a la corrupción moral: ``...sucedió que la mujer de su señor se fijó en José y le dijo: Acuéstate conmigo. Pero él rehusó y dijo a la mujer de su señor: He aquí que mi señor no me controla nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha confiado. ¿No es él mayor que yo en esta casa? Y sin embargo, no me ha vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer. ¿Cómo entonces voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios? Ella insistía en hablar a José días tras día, pero él no accedió a acostarse y estar con ella. Hasta que cierto día entró él en la casa para hacer su trabajo y coincidió que no había ninguno de casa allí dentro. Entonces ella le asió de la ropa diciéndole: Acuéstate conmigo. Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió huyendo afuera'' (vv. 7-12). (Nota: Es un hecho sabido que la historia de José y la seductora se parece notablemente al ``cuento de los dos hermanos'' proveniente de Egipto. Incluso, no cabría descartar la posibilidad cierta de que el mismo haya inspirado directa o indirectamente el episodio relatado en el Génesis. Para el cuento, ver César Vidal Manzanares, Cuentos del antiguo Egipto [Barcelona: Ediciones Martínez Roca, S. A.: 1998] págs. 126-139).
Esta acción piadosa de José fue considerada por los intérpretes antiguos el episodio más importante de la vida del patriarca, destacando su remarcable capacidad de autocontrol sexual: ``Por eso alabamos al virtuoso José: porque venció la concupiscencia con su raciocinio. A pesar de su juventud y de poseer plena capacidad para la unión carnal, reprimió con la razón el aguijón de sus pasiones. Pero la razón vence el impulso no sólo del deseo carnal, sino de cualquier otro deseo'' (IV Macabeos 2:2-4; en: A. Diez Macho ed., Apócrifos del Antiguo Testamento [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1982] III, p. 140).
Esta fascinación de los judíos por el recato sexual de José llevó a los exégetas de antaño a re-escribir la historia original, ampliando y dramatizando la misma a la usanza helenística. Un ejemplo en este sentido es la versión presente en la obra apócrifa llamada Testamento de José. (Nota: Este libro forma parte de una composición extra-canónica judía llamada Testamentos de los XII Patriarcas, compuesta en griego, probablemente en Egipto [¿Alejandría?], en el siglo II a.e.c. Para el texto, ver Apócrifos del Antiguo Testamento [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987] V, págs. 137-150).
Según este libro, José le contaba a sus hijos y hermanos en su lecho de muerte las peripecias sufridas en la casa de Putifar: ``¡Cuántas veces me amenazó la egipcia con la muerte! ¡Cuántas veces, tras haberme castigado, me llamó a su lado y me cubrió de amenazas porque no quería yacer con ella! [...] Pero yo me acordaba de las palabras de mi padre Jacob y, encerrado en mi cámara, elevaba mis plegarias al Señor. Ayuné durante aquellos siete años, aunque aparecía ante los egipcios como quien vive entre delicias, porque los que ayunan por el Señor reciben una faz agraciada'' (3:1-4).
De acuerdo a esta nueva versión de los hechos, la insistencia de la mujer no sabía de límites hasta el punto de sugerir el asesinato de su propio marido: ``Otra vez me habló así: `Si no quieres cometer adulterio, yo mataré al egipcio y así te tomaré legalmente como marido'. Cuando oí sus palabras, desgarré mis vestiduras y respondí: `Mujer, teme al Señor y no pongas por obra esa malvada acción, no sea que perezcas. Mira que voy a descubrir a todos tu impío propósito. Llena de temor, me pidió que no contara a nadie su maldad' (5:1-3). Sin embargo, la seducción de la mujer no cedió, sino por el contrario, se convirtió en un verdadero acoso sexual: ``Cuando yo estaba en su casa, ella descubría sus brazos, su pecho y las piernas para que yaciera con ella. Era muy hermosa y se adornaba con esmero para seducirme...'' (9:5).
Y así llegamos a la escena cumbre del relato: ``Os aseguro, hijos míos, que era aproximadamente las tres de la tarde cuando ella salió de mi presencia. Entonces doblé mis rodillas ante el Señor toda aquella tarde y continué durante la noche. Me levanté por la mañana derramando lágrimas y suplicando mi liberación de la egipcia. Pero, al final, ella me tomó por mis vestidos y me arrastró por la fuerza al lecho. Cuando vi que en su locura agarraba con fuerza mis vestidos, hui desnudo. Ella me calumnió y el egipcio me envió al calabozo en su propia casa. Al día siguiente ordenó flagelarme y me envió a la cárcel del Faraón'' (8:1-4). Pero aún estando en la cárcel, José se vió sometido a las incesantes solicitudes de la egipcia: ``Muchas veces me envió un mensajero con estas palabras: `Ten a bien cumplir mi deseo y te libraré de tus ligaduras y te sacaré de esas tinieblas. Mas ni siquiera con el pensamiento cedía ante ella, pues Dios prefiere a un varón continente que ayuna en una lóbrega mazmorra a otro que vive disolutamente entre delicias en las cámaras reales'' (9:1-2). (Nota: A diferencia de esta tradición, otros textos sugieren que José estuvo a punto de ceder a la tentación, y que a último momento ``vio la imagen de su padre y se echó atrás y consiguió dominar su pasión'' [Los capítulos de Rabbi Eliezer [Valencia, 1984] p. 277. Otro testimonio de este mismo tema se halla presente en el Corán: ``Ella lo deseaba y él la deseó. De no haber sido iluminado por su Señor... Fue así para que apartáramos de él el mal y la vergüenza. Era uno de Nuestros siervos escogidos'' (Sura 12, 24; en: El Corán [Madrid: Editora Nacional, 1979] p. 301).
El ascetismo judío en la época greco-romana
Esta nueva versión de la historia de José culmina con una moraleja, a saber: las bondades de la castidad: ``Ved ahora, hijos míos, qué cosas obran la paciencia y la plegaria unidas al ayuno. Si os esforzáis en ser castos y puros con paciencia y humildad de corazón, el Señor habitará en vosotros, ya que ama la castidad.

El Templo de Jerusalem