El Cielo y el Infierno mesianico

Cuando los misterios paganos se introdujeron por primera vez en Europa desde Egipto, el concepto de otra vida era una doctrina nueva y herética para los griegos. El concepto de cielo e infierno tampoco se encuentra en el Tana”j, pero es una idea fundamental en los evangelios.[1]¿De donde procedían estos conceptos? Exegéticamente igual que en la Grecia Antigua, estas nuevas ideas las introdujeron los misterios.

El cristianismo ofrece a sus adeptos el consuelo de otra vida en el cielo, al tiempo que amenaza a los perversos, a los judíos y los no creyentes con los tormentos del infierno- Por ejemplo escribe Sófocles:

¡Que triple bendición reciben los mortales que, habiendo contemplado estos misterios, parten para a Casa de la Muerte! Pues sólo a ellos se les otorga vida allí: sobre los demás caen todos los males”.
Sofocles, The Theban Plays, Penguin Clasisics, 1947, fr. 719.[2]

A raíz de la muerte de su querida hijita Timoxena, Plutarco escribió una hermosa carta de consuelo a su esposa en la cual la instaba a recordar:

“El alma no experimenta nada después de la muerte y deja de ser”
Plutarco, Obras morales, 176, ‘Carta de consolación’.

Plutarco confía en que por medio de “la experiencia que compartimos de las revelaciones de Dionisio”, él y su esposa “sepan que el alma es indestructible” y que en la otra vida es como u pájaro liberado de su jaula.[3]

Una inscripción afirma que los iniciados en los misterios, como los fieles cristianos, “renacen en la eternidad”.[4] La inscripción fúnebre de un hierofante nos dice que ahora sabe que “la muerte no es un mal, sino algo bueno”.[5] Escribe Galuco: “Hermoso es en verdad el misterio que nos dan los benditos dioses: la muerte ya no es para los mortales un mal, sino una bendición”.[6]

Un sacerdote de los misterios de Orfeo llamado Felipe predicaba con tanto entusiasmo sobre la dicha absoluta que esperaba a los iniciados en el cielo:

¡Que un gracioso le preguntó por qué no se apresuraba a morir para gozar de ella en persona!.[7]

Don Agustin de Hipona se queja de los misterios:

! Proponen vida eterna a cualquiera![8]


No obstante, los misterios paganos sólo prometían salvación eterna a los iniciados, del mismo modo que el cristianismo sólo promete vida eterna a los cristianos. Un himno advierte:

‘Bienaventurado aquel que haya visto esto entre los hombres terrenales; pero aquel que no está iniciado en los ritos sagrados y no participa de ellos, nunca corre la misma suerte en la turbia oscuridad una vez muerto!.[9]

Los misterios de Orfeo eran famosos en el mundo antiguo por sus vívidas descripciones de los tormentos que aguardaban a los malvados en la otra vida. Como nos dice una moderna autoridad en la materia:

“Los órficos crearon la idea cristiana del purgatorio”.[10] De hecho, el estudioso Franz Cumont ha demostrado que las vívidas descripciones de la felicidad de los bienaventurados y los sufrimientos de los pecadores que se encuentran en los libros órficos fueron adoptadas en los libros cristianos del siglo I de la Era Vulgar, así como se incluyeron en los escritos apócrifos del ‘Nuevo Testamento’. Don Ambrosio amplió luego estos conceptos paganos de la otra vida, que de esta manera se convirtieron en la imaginería clásica del catolicismo.[11]
No es extraño, pues, que al encontrar pasajes de Platón que hablaban del castigo de las almas en el Tántaro, el infierno griego, los primitivos cristianos (los ‘natzratim’) no se explicaran cómo los paganos habían podido anticiparse a su propia doctrina del fuego del infierno.[12]


En el Fedón por ejemplo, Platón describe lo mismo que describe “san” Pedro en el Apocalipsis de Pedro:

Fedón, de Platón

Apocalipsis de Pedro
“una lago enorme lleno de fuego…hervidero de agua y fango”.


“un enorme lago lleno de fango llanamente"



Celso el pagano está seguro de que los conceptos primitivos cristianos de cielo e infierno toman muchas cosas de los misterios greco-paganos y escribe:

“Ahora los cristianos rezan para que después de los trabajos y las luchas de aquí abajo puedan entrar en el reino de los cielos, y están de acuerdo con los antiguos sistemas según los cuales hay siete cielos y el camino del alma pasa por los planetas. Que su sistema se basa en enseñanzas muy antiguas puede verse en creencias parecida que forman parte de los antiguos misterios persas asociados con el culto de Mitra”.[13]


En efecto, los misterios de Mitra, como el cristianismo y el “judaísmo” mesiánico, hablan de los terrores que esperaban a los condenados en las entrañas de la Tierra y de los placeres a los buenos encontrarían en el cielo.[14] El entusiasmo cristiano por los sufrimientos de los condenados en el infierno recuerda a Celso a los iniciados más supersticiosos de los misterios de Baco:

“Los cristianos parlotean día y noche, de manera impía y sucia, acerca de Di-s; llenan de temor reverencial a los analfabetos con sus falsas descripciones de los castigos que aguardan a los pecadores. Se comportan así como los guardianes de los misterios báquicos”.

Los paganos más instruidos en los misterios pensaban que semejantes horrores no eran más que historias destinadas a fomentar una conducta moral mejor. Plutarco dice de los terrores de los infiernos que son un “mito edificante”. El filósofo cristiano Orígenes también arguyó que los terrores del infierno no eran literalmente verdaderos, pero que debían difundirse con el fin de asustar a los creyentes más ingenuos.

La Iglesia Apostólica Romana (el cristianismo institucional aunque les duela a los protestantes, mesiánicos, natzratim y otras quimeras) exige a todos los cristianos que creyeran que algunas almas sufrirían eternamente en el infierno, mientras que los fieles disfrutarían de la salvación eterna en el nombre del mamzer de Yesh”u (jesus de Nazaret). Es la única creencia sobre la otra vida que Celso considera distintiva del cristianismo. Escribe:

Ahora os preguntaréis cómo hombres con creencias tan desperadas pueden persuadir a otros a engrosar sus filas. Los cristianos usan diversos métodos de persuasión, e inventan varios incentivos aterradores. Sobre todo, han traumado una doctrina absolutamente ofensiva que habla del castigo y la recompensa eternos y supera cualquier cosa que los filósofos que nunca han negado el castigo de los perversos no la recompensa de los bienaventurados hubieran podido imaginar’.[15]

La Iglesia Romana también enseba que al llegar el día del Juicio Final, un Apocalipsis de fuego consumiría a todos los no cristianos al tiempo que los fieles resucitarían físicamente. Celso, horrorizado, escribe:

Es igualmente estúpido que estos cristianos supongan que cuando su dios emplee al fuego ¡como una vulgar cocinera! El resto de la humanidad será asado por completo, y que sólo ellos se librarán de quemarse. No sólo los que estén vivos en aquel momento, por su puesto, sino que, según ellos, los que murieron hace mucho tiempo saldrán de la tierra y sus cuerpos que tenían antes. Yo os pregunto: ¿No es ésta esperanza propia de los gusanos? Porque, ¿ a qué clase de alma humana puede interesarle un cadáver putrefacto? El hecho mismo de que algunos judíos y hasta algunos cristianos rechacen esta enseñanza sobre cadáveres que salen de los sepulcros demuestra hasta qué punto es repulsiva; es sencillamente nauseabundo e imposible. Lo que quiero decir es: ¿qué clase de cuerpo podría volver a su naturaleza original o ser lo que era antes de pudrirse? Y, desde luego, no tienen respuesta para esto, y, como en la mayoria de los casos donde no hay respuesta, se cubren las espaldas diciendo: “Nada es imposible para dios”.[16]

No obstante, incluso esta doctrina cristiana más bien rara sobre el Apocalipsis y la resurrección física está prefigurada en los misterios de Mitra, que en el judaísmo. Esta tradición misteríca es particular enseñaba que al final de los días su dios destruiría el mundo con fuego. Entonces, al igual que en la “segunda venida” de Yesh”u (je-Zeus), Mitra volvería a descender a la Tierra y sacaría a los muertos de las tumbas. Según el Evangelio de Mateo 25:31-33, al fin de los tiempos el ‘hijo del hombre’ separará a los buenos de los malos, como un pastor que separase las ovejas de las cabras, y salvará a los unos y condenará a los otros, incluso en el Evangelio Hebreo de Mateo se lee lo mismo.[17]

De modo parecido, los seguidores de Mitra creían que al final de los tiempos la humanidad formaría una gran asamblea y los buenos serían separados de los malos. Finalmente, creían que su dios escucharía las plegarias de los “hermosos” y haría caer de los cielos un fuego devorador que aniquilaría a todos los perversos. Del mismo modo que el Apocalipsis cristiano señala la derrota final del diablo a manos del bastardo de Yesh”u, también en el mitranismo el Espíritu de las Tinieblas y sus demonios impuros mecerían en la gran conflagración y el universo rejuvenecido gozaría eternamente de felicidad.[18]

Conclusión:

Los cristianos, católicos, mesiánicos, y natzratim tienen un concepto del cielo y del infierno que no se encuentra en el Tana”j, ni en el judaísmo, sino que procede directamente de los misterios paganos, así como estos esperan un Apocalipsis de fuego y el nacimiento de una nueva era; lo mismo que los iniciados paganos.

El Templo de Jerusalem